29 de diciembre de 2009

Mi tesis sobre el racismo (parte II)


Las diferencias entre las razas son el color de la piel, los ojos y el cabello, la forma del cuerpo y la cara, y todos los detalles que a menudo nos permiten adivinar el origen de una persona al primer vistazo. Muchos de estos caracteres son bastantes homogéneos, y por eso nos dan la impresión de que existen razas “puras”
Esta diversidad de origen genético se debe a las diferencias climáticas que encontraron los hombres por todo el mundo.
Se hizo necesario una adaptación a las condiciones ecológicas, y esta fue tanto cultural como biológica: el color negro de la piel protege a los que viven cerca del ecuador de los rayos ultravioletas de la radiación solar, mientras que la alimentación casi exclusivamente a base de cereales de los europeos propicia el raquitismo y los poco pigmentos melánicos. La forma y el tamaño del cuerpo están adaptados a la temperatura y a la humedad: en ciertos ambientes tropicales ser pequeño ayudar a tener menos necesidades de energía y así evitar un golpe de calor y el pelo crespo prolonga el efecto refrescante reteniendo el sudor. La cara y el cuerpo de los pueblos asiáticos están conformados para proteger del frío intenso: La nariz y sus orificios son pequeños para que el aire tarde más en llegar a los pulmones y llegue caliente y los párpados de los ojos dejan una abertura muy fina en los orientales para permanecer protegidos de los vientos siberianos. (Aunque al principio el factor más importante haya sido la adaptación climática, no debemos olvidar la selección sexual).

No tiene nada de extraño que los habitantes de todo el mundo se hayan adaptado genéticamente a los climas que se dan en lugares distintos.
El convencimiento de los filósofos del siglo XIX, cegados por la importancia de mantener pura la raza, era que el éxito de la raza blanca se debía a su gran diferencia de las demás a causa de los caracteres que serán los responsables de dicha diferencia, pero no se sabía que entre los individuos existe una gran heterogeneidad genética y que esta variación invisible siempre es grande en cualquier grupo. Así pues, la pureza de la raza es inexistente, imposible y totalmente indeseable.

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