4 de diciembre de 2009

A fuego lento

Esta noche he soñado, como todas las noches. Pero este sueño lo recuerdo. ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Recordamos determinados sueños por algún motivo? Quizás son los que nos perforan más hondo, quizás los que debemos recordar por algo y que llevan un significado oculto, o quizás solo sea una selección alternativa.
Lo desconozco, pero esta noche he soñado “la música de las personas
Qué delicia es que nuestros sueños estén dotados de datos sensoriales como los olores, los sonidos... incluso creemos sentir dolor.
En este sueño predominaba el sonido, el sonido convertido en melodía… la música.
Era un sueño sin sentido, pero es que hace tanto tiempo desde que no recuerdo de haber tenido sueños surreales que me apetecía contarlo.

En él éramos personas, personas de carne, huesos y sentimientos. Pero personas nocturnas, o a lo mejor es que siempre era de noche, una noche cerrada pero muy iluminada por una enorme luna llena (como ayer anoche).
Yo iba caminando por una Ciudad Real fría. Sabía que era fría porque podía ver la escarcha en los coches y el vaho que salía de la boca de los animales, los cuales eran tan libres como las personas. Sin embargo, las personas no sentíamos frío, y creo que tampoco dolor (quizás es así porque no fue un sueño nada doloroso); éramos tan cálidos que el fuego que producíamos en nuestro interior nos calentaba, como si tuviéramos un pequeño sol en vez de corazón.
Pero lo peculiar, lo que de verdad me hizo diferenciar un sueño de la vida “real”, era la música. La música era incesante, pero mandaba una u otra melodía en relación con la persona que se cruzara contigo o tuvieras al lado.
Yo me encontraba sentada sobre el respaldo de un banco de madera. En la calle frente a la valla de algún edificio. Haciendo una foto a la luna mientras que esperaba a no sé quien.
Yo irradiaba unas notas suaves a piano; quizás esto fuera porque me quedé dormida oyéndolas.
Como estaba esperando, miraba a los viandantes pasando en frente mía. Unos se paraban en grupo a hablar, otros andaban cabizbajos con prisa y otros simplemente paseaban. Si alguno se acercaba a una prudente distancia podía oír su hilo musical… había tantos como personas. Como no, unos sonaban a rap, otros a rock, otros a música clásica, y así un gran repertorio.
No controlaba el tiempo, parecía como si yo esperara eternamente; no sentía la impaciencia que se siente cuando alguien llega tarde a su cita y reconsideras marcharte si llega unos minutos más tarde. No, estaba ahí, simplemente esperando. Entonces me percaté de que alguien se había unido a mí. A un metro de mí alguien esperaba de pie a otra persona, o también tan solo esperaba. Llegó su canción a mí, y me deleité con ella. Era tan hermosa. Sin letra, sin distracciones, sin contenido crítico ni amoroso; lista para escuchar. Y no la oí, la escuché. Qué maravillosa.


Cuando desperté, en esos instantes en que no sabes si estás a medio despertar o sigues soñando, pensé si esa persona sería tan maravillosa por dentro como su música.
Ahora, despierta del todo en el mundo “real”, me pongo a pensar si en ese mundo que soñé podrías conocer a una persona así, simplemente escuchándolas. Qué fácil sería entonces encontrar a las personas que te agradan, o incluso a tu otra mitad.
Nosotros podemos escucharnos, cierto, pero solo tenemos la palabra en nuestro poder. Con ella nos podemos conocer, aunque más lentamente. Quizás este tiempo de más sea necesario para entablar relaciones e ir descubriendo lentamente al otro. A fuego lento las comidas salen mejor, ¿no?

2 comentarios:

  1. como me gustaría haber estado en ese sueño, contigo, y haber podido escuchar esas melodías. La tuya, la de la gente paseando, la mia...

    Bonito sueño, que todos sean asi...

    1 abrazo

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar