10 de diciembre de 2009

Un viejo diario y nuevas páginas en blanco

Estoy de nuevo en la biblioteca porque volver a mi casa significa entrar en continuo agobio. Aun queda mucho trabajo, y lo haré, pero necesito al menos media hora para mi, o al menos para este rincón.

Sin embargo no dejo de pensar en lo que voy a dejar atrás; ver como las habitaciones se van vaciando, como en secuencias de una película, en cámara lenta… me provoca un sentimiento que no había experimentado antes, o al menos no recuerdo.
¿Qué sentiré cuando vea la desnudez de las paredes, esas que me han acogido más de la mitad de mi vida? Me alejaré para siempre de las esquinas que torcía todos los días, del suelo donde me tumbaba para pintar, de la ventana a través de la cual observaba la tonalidad del cielo para saber si había anochecido o llovía, de las habitaciones que guardan mis secretos, tardes de estudio y alguna discusión… en fin, me despediré de tantos recuerdos que me nueva casa no me hará recordar.
Sé que añoraré los hábitos que solía tener mi casa, la música de los vecinos, las calles que me llevaban a ella... pero la vida nos hace cambiar y hay que seguir su corriente, no quedarse atrás.

Si este arlequín es sincero, reconocerá que ansiaba una nueva etapa y que guarda ilusión en su llegada, pero es inevitable entristecerse; no ha vivido en un edificio, ha crecido en su hogar.


Este sábado comenzaré a escribir las páginas en blanco de mi nueva casa.

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