14 de diciembre de 2009

¿Bordear o pisar?

Vale la pena poner un ejemplo muy significativo:
Sea un edificio público. Tiene una entrada principal y, de adorno, un buen césped. Para llegar a la entrada hay que rodear el parterre por la derecha o por la izquierda. Pero un día hay alguien con prisa; en vez de hacer el rodeo, cruza atrevidamente por la hierba (puede suceder que alguien le llame la atención). Como siempre hay bastante gente con prisa, no será un perverso el que cruce por donde no debe. Como se trata de llegar a la entrada, casi todos irán en línea recta desde el otro lado del parterre. “La distancia más corta entre dos puntos”. Así que poco a poco se irá marcando un cierto pasillo de hierba en peores condiciones, hasta que resulte claramente visible.
Y llegas un día con especial prisa o especial cansancio o especial pereza. Ves que otras personas han cruzado por el césped, de modo que… por una vez… Eso mismo les pasa a otros muchos que normalmente serían cumplidores de las normas, de manera que el nuevo camino irá haciéndose cada vez más marcado. Y otros que normalmente no atajarían por la hierba deciden que “ya que va todo el mundo…”. Al final hay un camino sin hierba que va en línea recta hasta la entrada del edificio. ¿Qué hacer?
Dos opciones: replantar la hierba y vallar el parterre del modo que nadie pueda seguir usando este camino; o bien reconocer que no hay más solución que dar carácter oficial al paso por el césped. Siempre habrá puristas que sigan el camino original bordeando la hierba, aunque cada vez serán menos.
Con el caso que he querido ejemplificar pasa exactamente igual pero con una diferencia: es imposible poner vallas.

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