3 de diciembre de 2009

Hojas que anuncian


"Esta eres tú. Los ojos cerrados, bajo la lluvia. Nunca imaginaste que harías algo así, nunca te habías visto como…no sé cómo describirlo…como una de esas personas a las que les gusta la luna o que pasan horas contemplando el mar o una puesta de sol, seguro que sabes de qué gente estoy hablando, o tal vez no…da igual…a ti te gusta estar así, desafiando el frío, sintiendo como el agua empapa tu camiseta y te moja la piel, y notar como la tierra se vuelve mullida bajo tus pies. Y el olor. Y el sonido de la lluvia al golpear las hojas. Todas esas cosas que dicen los libros que no has leído. Esta eres tú…quién lo iba a decir".


Este texto ya lo puse en otra ocasión en otro blog. Pero lo pongo otra vez, porque me he vuelto a sentir así.

Hoy de camino a la universidad ya no llovía, pero las aceras estaban bañadas de agua pluvial de ayer. Iba pensando ensimismada, esquivando los arcoiris cerrados que se habían formado en el pavimento a causa de la fusión de la lluvia caida y la gasolina, evitando también caerme a causa de las ojas de colores cálidos depositadas a los lados del paseo.
Este año el Otoño se ha retrasado, tanto que parece haber comenzado a pesar de que su fin llegará pronto.
Ya es casi Navidad.
Hoy tampoco hacía tanto frío, aun así me recoloqué el pañuelo que llevaba atado a mi vulnerable garganta. Me gusta sentir el aire otoñal en la cara pero no caer enferma, ¡tengo tanto que disfrutar este invierno!

Lo digo porque a mi me gusta la Navidad. Pero me gusta mi visión de la Navidad. No sé si es realmente lo que significa, pero desde luego sé que ambiente de consumismo que reina en el aire incluso meses anteriores tampoco lo es.
Me gusta ver nuevas luces en la ciudad; parece que esta nueva luminosidad fascina a muchos niños y a algunos mayores: las miran y sonrien, abrazan al que tienen al lado y exclaman qué bonitas son. Son solo bombillas colgantes pero tienen la capacidad de fascinar por lo que anuncian.
Me gusta ver la nueva decoración de los escaparates y de los supermercados. Es como si los adornos se introdujesen en todas partes, ningún lugar escapa de ser adornado. ¿Qué pintan espumillones en una tienda en la que solo venden alimentos? Nada, pero ahí están. Me da igual que sea un reclamo publicitario, a mi me gusta encontrarmelos.
Me gusta poner el belén en mi casa, y me gusta aun más verlo en casa de mis abuelos. Es una tradición, lo sé, prueba de ello es que ncluso algunos no creyentes lo ponen. Pero cada vez que me pongo a desayunar está ahí cada figurita colocada con cariño en el lugar donde le corresponde formando una dulce composición. Confome va pasando la Navidad se me va olvidando pero relamente me entristece quitarlo después.

Me gusta ir a cenar a casa de mis abuelos. Ayudo a preparar comidas que no solemos hacer durante el resto del año, como para hacer notar áun más que es especial. No me importa el dinero que recibo pero sí la sonrisa que dibuja mi abuelo al sacar la cartera, llamando la atención al resto de los miembros para que le miren. Me gusta cuando sacan del armario del salón una bandeja repleta de dulces navideños envueltos en llamativos y brillantes envoltorios. Suelo coger al menos uno de cada tipo. Entonces suena mi móvil y me emociono deseosa de ver las felicitaciones de mis allegados. Sé que los veo casi a diario, pero me crea ilusión recibir un soniquete de mi móvil por cada uno. Yo les mando también uno para que sepan que me acuerdo de ellos y que les quiero, aunque lo sepan.

Me gusta dar paseos nocturnos con mis amigos, respirando el ambiente, inspirando felicidad. Me gusta pasar por el hombre de las castañas; independientemente de que quiera comprar, voy a olerlas. Siempre hay gente comprando.

Me gusta tener vacaciones ¡y a quién no! sobre todo porque puedo viajar. Suelo irme a celebrar el final del año a Sevilla, y ver a mi otra parte de mi familia. Cuando llego mi abuela y algún tio me dan besos sinceros y a mi no se me quita la sonrisa en varios minutos, incluso horas. También puede que mis primitos vean a esta prima mayor de la que no se acuerdan demasiado. Lo mejor de todo es cuando mi tio, se puede decir que el más admirado mio, un tio soñador denomidado por mi padre como el "que vive en las nubes" pero que a mis ojos solo decidió dedicar su vida a lo que le gustaba (no a lo que tenía más salidas), me pregunta si me gusta lo que hago y me lleva a ver una película en versión original. Casi todos los amantes de la vida y el arte, de la introspección y la belleza son incomprendidos.
No puedo ir a Sevilla sin pasar por el río, ese Guadalquivir que me tiene enamorada. Las luces de colores que se reflejan en sus aguas, esos puentes que lo atraviesan con tanta historia, las torres que señalan su ubicación. En fin, la noche sevillana.

Creo que son suficientes motivos como para decir que me gusta la Navidad. Luego llegan mi cumpleaños y la cabalgata. Al día siguiente los regalos, colocados en secreto al fondo del salón junto al árbol, como cuando estabamos en la edad de la inocencia. No perdimos la costumbre, así no se pierde toda la ilusión.
Espero que este año la cosa no cambie demasiado. Mi nueva casa no me trerá los recuerdos que me trae la que voy a dejar ahora, pero espero que me traiga otros nuevos. No sé cuantas Navidades pasaré en ella, pero disfrutaré el momento y este nuevo tiempo que llegará pronto, cuando las ojas sean sustituídas en algunos lugares por nieve.
No sé, me gusta la Navidad. Quizás tenga suerte de sentirlo, ya que muchos, por más que quieran, les es imposible, bien porque le traiga recuerdos de sabor amargo o porque no vivan en una sociedad donde ese tiempo se adorne y por el contrario solo signifique buscar un mejor resguardo donde poder soportar el frío.
La Navidad son muchas cosas, tantas como personas, pero ella clama una cosa: en esencia la Navidad se llama Amor. Y solo se manifestará en quien sepa verlo. Tengo que dar gracias por ello.

De momento, seguiré viendo ojas volar...

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