29 de diciembre de 2009

Mi tesis sobre el racismo (parte II)


Las diferencias entre las razas son el color de la piel, los ojos y el cabello, la forma del cuerpo y la cara, y todos los detalles que a menudo nos permiten adivinar el origen de una persona al primer vistazo. Muchos de estos caracteres son bastantes homogéneos, y por eso nos dan la impresión de que existen razas “puras”
Esta diversidad de origen genético se debe a las diferencias climáticas que encontraron los hombres por todo el mundo.
Se hizo necesario una adaptación a las condiciones ecológicas, y esta fue tanto cultural como biológica: el color negro de la piel protege a los que viven cerca del ecuador de los rayos ultravioletas de la radiación solar, mientras que la alimentación casi exclusivamente a base de cereales de los europeos propicia el raquitismo y los poco pigmentos melánicos. La forma y el tamaño del cuerpo están adaptados a la temperatura y a la humedad: en ciertos ambientes tropicales ser pequeño ayudar a tener menos necesidades de energía y así evitar un golpe de calor y el pelo crespo prolonga el efecto refrescante reteniendo el sudor. La cara y el cuerpo de los pueblos asiáticos están conformados para proteger del frío intenso: La nariz y sus orificios son pequeños para que el aire tarde más en llegar a los pulmones y llegue caliente y los párpados de los ojos dejan una abertura muy fina en los orientales para permanecer protegidos de los vientos siberianos. (Aunque al principio el factor más importante haya sido la adaptación climática, no debemos olvidar la selección sexual).

No tiene nada de extraño que los habitantes de todo el mundo se hayan adaptado genéticamente a los climas que se dan en lugares distintos.
El convencimiento de los filósofos del siglo XIX, cegados por la importancia de mantener pura la raza, era que el éxito de la raza blanca se debía a su gran diferencia de las demás a causa de los caracteres que serán los responsables de dicha diferencia, pero no se sabía que entre los individuos existe una gran heterogeneidad genética y que esta variación invisible siempre es grande en cualquier grupo. Así pues, la pureza de la raza es inexistente, imposible y totalmente indeseable.

Sobre el racismo (parte I)

Cada población cree que es la mejor del mundo.
El orgullo de las naciones es más fuerte sobre todo en los momentos de mayor éxito, ya que una sucesión de circunstancias favorables también puede ayudar a mantener estable la situación, pero este éxito nunca dura demasiado; es difícil que a los políticos inteligentes (pocos son) les sucedan personas igual de hábiles y nos hacemos la ilusión de que el éxito puede durar hasta un futuro lejano, desafiando los ciclos que nos enseña la historia.
Como dijo, entre otros, Strauss, el racismo es el convencimiento de que la raza es biológicamente la mejor y que el éxito del que deriva nuestro sentimiento de superioridad no suele durar mucho.

En general, cualquier pueblo puede encontrar buenas razones para considerarse uno de los mejores en alguna actividad y el simple hecho de ser muy competentes en un campo determinado suele bastar para que a esta actividad se le dé más importancia de la que tiene.
Pero hay varios mecanismos que nos llevan a conclusiones racistas, por ejemplo, que sean las costumbres y hábitos distintos en cada país. No nos gusta cambiar, aunque estemos insatisfechos de lo que tenemos, por eso, el apego a estos hábitos y el miedo a vernos obligados a cambiarlos puede suscitar en nosotros una autocomplacencia que se podría considerar racismo.
Sin embargo, cuando se trata de diferencias de lenguaje (de eso sé bien yo), de color de piel, de gustos o del modo de saludarse, ahí están para convencernos de que los demás son diferentes de nosotros. La conclusión suele ser que nuestras costumbres son las mejores.


Todo esto nos lleva a crear y mantener una buena opinión de nosotros mismos y los que nos rodean, preferencia que puede generar un sentimiento de superioridad personal y sobre todo del grupo al que pertenecemos, en comparación con los demás. Un sentimiento injustificado, pero muy fuerte.
Hay muchos otros motivos para volverse racista. Unos de ellos, sin duda, es el deseo de descargar nuestro descontento e alguien. Sea cual fuere el origen de la rabia, casi siempre pagarán las personas de nivel social inferior; un sentimiento de superioridad relativa es suficiente para generar desprecio hacia los que están por debajo de nosotros en la escala social.

Las razones del desarrollo de las hostilidades y, sobre todo la inmigración masiva, sacan a relucir el racismo.
Las razones psicológicas del racismo se pueden examinar si las diferencias genéticas efectivas entre los grupos humanos dan superioridad a uno u otro grupo; algunas de ellas son evidentes, y no cabe duda de que son en parte hereditarias.
Pero ante todo, tengo que decir que no es fácil distinguir entre herencia biológica y herencia cultural: a veces, es posible que las causas sean genéticas, sociales o las dos cosas, teniendo en cuanta que las primeras son muy estables en el tiempo, mientras que las segundas están más sujetas a cambios.
Algunos quieren extender la noción de racismo a cualquier diferencia entre grupos, sin embargo, no me parece apropiada esta denominación, porque creo que esta clase de intolerancia es mucho más fácil de corregir que el racismo, y aunque a veces pueda ser difícil, por eso es importante ejercitar la tolerancia. Según Voltaire, hay una sola situación en la que es aceptable la intolerancia: cuando nos encontramos ante personas intolerantes.

26 de diciembre de 2009

Baile en un barco de papel (III)

- ¿Por qué hoy no bailas para mí?
- Porque la niña no recordó darme cuerda esta mañana…
- No sufras, bailarina, te juro que yo te daré cuerda todos los días que lo necesites.
- Pues no jures tú, soldadito, porque pasará lo mismo que con la niña. Cuando fui su juguete nuevo era su favorita, jugaba todos los días conmigo y no se olvidaba jamás de darme cuerda. Pero en un tiempo la novedad desaparece y pierden la ilusión, entonces te van dejando en el lugar de todos los demás juguetes…
- A mí siempre me gustará subir aquí contigo […] ¿Sabes? Desde que lo hago puedo ver a través de la ventana y…
- …y llueve todos los días. Pronto el riachuelo que se formará sobre el asfalto albergará la suficiente agua para que puedas navegar tu barco de papel… con la suficiente rapidez para que puedas cumplir tu sueño y escapar.
- No suspires querida, ahora mi sueño eres tú.

25 de diciembre de 2009

23 de diciembre de 2009

¿Quién nos ampara?



Odiando, nos perdemos.
Matando, morimos.
Que estas Navidades sean el comienzo de un año menos injusto y cruel*

Baile en un barco de papel (II)

- ¿Por qué estás de espaldas, bailarina?
- Intento imaginarme que estoy en una isla desierta, donde los únicos murmullos sean los de las olas…
- A mí también me llegan esos murmullos, pero aquí son injuriosos.
- Quiero escapar aunque solo sea un momento, para que también los gritos solo sean graznidos y cánticos.
- ¿Me llevarías?

- No, querido, porque los juguetes se enfadarían. Odio que lo hagan, y más de ese oculto en su caja de muelle, vigilante… los demás le avisarían y saldría agarrándome cuando intentara salir.
- ¿Por qué habrían de hacerlo?
- Porque debo seguir unas pautas y bailar a las horas indicadas. Me muevo al son de los cánones y de las expectativas de los demás, no puedo cambiar mi danza. No soporto que no me dejen bailar por mí misma, que piensen que mi cambio será menos bello y que si me dejan llevar mi ritmo dejaré de ser la frágil e inteligente bailarina obediente e inmóvil en esta habitación, incluso me escaparía y no volvería a dedicarles mis danzas. Es mejor que siga así, sin libertad… es más seguro tenerme erguida solo sobre una punta.
- ¿Estás enfadada con ellos?
- No podría, son parte de mí. Pero les disgusta que subas aquí.
- ¿A ti también?
- A mi nunca, soldadito.
- No necesito nada más.
- No te conocen. Pero…tampoco yo.
- Súbete al barco de papel, te llevaré a una isla desierta, donde escucharemos murmullos y gritos que no te hieran.
- Será la próxima vez. Ven que te conozca, bailemos…

21 de diciembre de 2009

Baile en un barco de papel ( parte I)


“Mientras todos en la casa dormían, los juguetes comenzaron a salir de sus lugares. Los soldaditos de plomo, que estaban dentro de su caja, no consiguieron salir, pero el soldadito de una pierna que había quedado fuera de su caja. Todo era barullo y algarabía. Los únicos que no se movían eran la bailarina y el soldadito de plomo. Ella se mantenía en su postura, de puntas con los brazos en el aire; él continuaba firme en su única pierna, sin apartar su vista de la dama.”



-Frágil bailarina, me he despertado preguntándome qué significa "gustar".
-Vale, por ejemplo, me gustas tú.
-¿Qué quieres decir con eso?
- Que me gusta tu sinceridad y cómo miras a los ojos introduciéndote en ellos hasta incluso traspasarlos sin incomodarme, con dulzura. Me gusta cómo te expresas. Me gusta lo justo que eres y tu tendencia a no dejarte llevar. Me gusta tu concepción del amor. Me gusta tu concienciación de los problemas de los juguetes y tu capacidad de dar juicios consecuentes. Me gusta tu paciencia con las personas y tu impaciencia por saber de mí. Me gusta tu sensibilidad y apreciación de la “belleza”. Me gusta tu detallismo. Me gusta tu carismático estilo. Me gusta tu ánimo emprendedor. Me gusta que me dediques tus mejores sonrisas. Me gusta tu falta de maldad y tus remordimientos. Me gusta que me dejes ayudarte. Me gusta que te guste compartir tu tiempo conmigo. Me gusta que lo tengas tan claro. Definitivamente me gustas.
-... ¿pero es que me quieres?
-¡No! Me gustan muchas cosas de ti… pero me gustas mucho más en detrimento mío, porque no me gusta depender de ti, ni decepcionarte, tampoco esperar demasiado, no me gusta ilusionarme contigo y sobre todo, ¡no me gusta que me gustes tanto!
- Lo que pasa es que no quieres quererme, ¿es eso?
- Lo que pasa es que no sé lo que me pasa. Para cuando alguien como tú sube al joyero donde me encuentro no creo que sea verdad. Entonces lo cierro, cerrando la puerta de la posibilidad y no dejo que mareen mi cordura las ingenuas ilusiones como si de mosquitos revoloteadores se trataran, que me pinten de rosa mis sentimientos polvorientos. Tú me embarcas en un barco de papel sin rumbo hacia aguas desconocidas; es complicado explicar que el viaje me complace pero temo el destino y aun más temo encallarme. Por eso no deseo ni dejarme embargar por tus bellos retoricismos que me inundan poco a poco…
-Tan solo soy un soldado con fallos, pero mi cojera no me va a impedir bailar contigo. ¿Me concedes este baile?
- ...

16 de diciembre de 2009

Agradándome con dulces rancios

Se acaba la canción, y ya no tengo más que me recuerden a ti o a lo que siento cuando pienso en ti, ya no encuentro nada más que me recargue.
Sé que tengo que volver a bajar al mundo, cruzar los brazos y esforzar la vista bajo la luz del flexo. Es la primera vez que escribo en esta esquina, oblicuamente a solas. El gran silencio me empieza a envolver casi notándolo en mi piel…me hace sentirme más sola y yo cada vez más rebosante.
Han sido unas horas de confusión, de alternativas que podría hacer perder mi punto de referencia y las ideas claras se irían alejando de mi campo visual. ¿Por qué me bombardean justo ahora al unísono? No es plausible que haya ningún acuerdo entre distintas personas que buscan un mismo fin… un mismo fin, esto me empieza a sonar realmente caótico.
No quiero que me entiendan mal y me niego a usar la gastada frase “no es lo que parece” por eso no me he decidido a contarlo, a pesar de que haya salido la ocasión. A veces la confianza es óptima excepto en pocos pero ciertos temas, cuando tu intimidad prefiere valerse por sí misma.
Soy un arlequín consejero y muy dado a aceptar opiniones, sin embargo ahora prefiero no arriesgarme a contraer uno poco acertado, ya vendrá algo que lo aclare por sí solo, y si no llega a tiempo, espero que las consecuencias no me sobrepasen, tanto para demasiado bien como para una situación irreversible.


Solo aquí, donde el anonimato queda justo detrás de la línea que lo separa de las habladurías, puedo relucir estos sentimientos que me pesan tanto no sin ser colados antes por la precaución, o puede que por el miedo de saber demasiado.

Tengo que decir que siempre escribo sin premeditarlo y nunca comienzo sabiendo el acabado pero esta vez me estoy quedando en blanco y continuas interrupciones no se le pueden permitir a la debilitada responsabilidad cada vez que me pongo a relatar, a manchar las páginas de condimento emocional. Y me enfurezco por las prisas, la falta de tiempo que no me deja avanzar. Por la mañana tengo examen asique me iré a la cena de por la noche con la conciencia tranquila si lo apruebo, de modo que ya buscaré otro momento para intentar esclarecer.


Y dijeron ¿a quien no le agrada un dulce?
Uno, dos, tres, cuatro...a la vez
¡ya no más! y me invitan al banquete
en bandeja manjares y delicatessen
con ofrecimientos incapaz de comerse...

Solo un mal empacho me acompaña estas noches
ya no soy ni capaz de distinguir sabores
porque tanta cortesía solo me trae dolores
que quisieron un día ser quizás amores.

14 de diciembre de 2009

Sigue



Si lo habeis visto e interiorizado no necesitareis más motivación para superaros y superar los obtáculos que se os presenten.
Podemos estar toda una vida queriendo llegar a la meta que nos propongamos y sin embargo no conseguir alcanzarla, o al menos eso es lo que nos parece. Podemos ponernos un propósito determinado y no realizarlo alfin. Podemos querer conseguir tantas cosas en las que podemos fracasar, que muchos de nuestros sueños quedarán incumplidos por no intentarlo, porque aunque lo intentemos, es probable que tampoco supere nuestras expectativas.
pero, ¿qué ocurriría si no soñamos, si no ponemos nuestro máximo empeño para obtener el éxito esperado, si no nos esforzamos por conseguir lo que queremos? ¿Os imaginais un mundo así, tan falto de iniciativa, motivación, ilusión y corage? ¿querríais ser personas vacias y muertas en un punto?
Yo no querría estar en letargo emocional, desde luego. Pero hay veces en la que las fuerzas se van de vacaciones a tiempo indefinido y no te ves capaz de levantarte ni de caminar... entonces ahí estarán para tenderte una mano, agarrarte de un brazo y elevarte ¿quién? los que comenzaron el camino contigo. Y estos mismos te ayudarán a acabarlo o al menos a seguir avanzando en sus brazos. Estoy hablando de la amistad, de cualquier tipo de amor e incluso de ti mismo, el único que es capaz de darte ánimos cuando no dispones de ellos, y quizás, te pueda comprender...
Si fallas en el momento clave, perdónate. Y SIGUE.

¿Bordear o pisar?

Vale la pena poner un ejemplo muy significativo:
Sea un edificio público. Tiene una entrada principal y, de adorno, un buen césped. Para llegar a la entrada hay que rodear el parterre por la derecha o por la izquierda. Pero un día hay alguien con prisa; en vez de hacer el rodeo, cruza atrevidamente por la hierba (puede suceder que alguien le llame la atención). Como siempre hay bastante gente con prisa, no será un perverso el que cruce por donde no debe. Como se trata de llegar a la entrada, casi todos irán en línea recta desde el otro lado del parterre. “La distancia más corta entre dos puntos”. Así que poco a poco se irá marcando un cierto pasillo de hierba en peores condiciones, hasta que resulte claramente visible.
Y llegas un día con especial prisa o especial cansancio o especial pereza. Ves que otras personas han cruzado por el césped, de modo que… por una vez… Eso mismo les pasa a otros muchos que normalmente serían cumplidores de las normas, de manera que el nuevo camino irá haciéndose cada vez más marcado. Y otros que normalmente no atajarían por la hierba deciden que “ya que va todo el mundo…”. Al final hay un camino sin hierba que va en línea recta hasta la entrada del edificio. ¿Qué hacer?
Dos opciones: replantar la hierba y vallar el parterre del modo que nadie pueda seguir usando este camino; o bien reconocer que no hay más solución que dar carácter oficial al paso por el césped. Siempre habrá puristas que sigan el camino original bordeando la hierba, aunque cada vez serán menos.
Con el caso que he querido ejemplificar pasa exactamente igual pero con una diferencia: es imposible poner vallas.

10 de diciembre de 2009

Un viejo diario y nuevas páginas en blanco

Estoy de nuevo en la biblioteca porque volver a mi casa significa entrar en continuo agobio. Aun queda mucho trabajo, y lo haré, pero necesito al menos media hora para mi, o al menos para este rincón.

Sin embargo no dejo de pensar en lo que voy a dejar atrás; ver como las habitaciones se van vaciando, como en secuencias de una película, en cámara lenta… me provoca un sentimiento que no había experimentado antes, o al menos no recuerdo.
¿Qué sentiré cuando vea la desnudez de las paredes, esas que me han acogido más de la mitad de mi vida? Me alejaré para siempre de las esquinas que torcía todos los días, del suelo donde me tumbaba para pintar, de la ventana a través de la cual observaba la tonalidad del cielo para saber si había anochecido o llovía, de las habitaciones que guardan mis secretos, tardes de estudio y alguna discusión… en fin, me despediré de tantos recuerdos que me nueva casa no me hará recordar.
Sé que añoraré los hábitos que solía tener mi casa, la música de los vecinos, las calles que me llevaban a ella... pero la vida nos hace cambiar y hay que seguir su corriente, no quedarse atrás.

Si este arlequín es sincero, reconocerá que ansiaba una nueva etapa y que guarda ilusión en su llegada, pero es inevitable entristecerse; no ha vivido en un edificio, ha crecido en su hogar.


Este sábado comenzaré a escribir las páginas en blanco de mi nueva casa.

9 de diciembre de 2009

Café ardiente


Hago un merecido descanso entre examen y mudanza. Los días son fríos; es lo que toca. Y yo también soy fría; es lo que hay.
Que me comparen con el tiempo es algo que me merezco, porque al fin y al cabo eso es lo que aparento.
Soy la sensación de un témpano de hielo entre velas que no consiguen derretirme.
Seguramente sea la razón por la que hay gente que se forma una previsión mía como una persona asquerosa o repelente, y nos les culpo; ser distante es una de mis mejores cualidades por suerte o por desgracia.
Sin embargo no me agrada serlo, y aun así lo soy; supongo que lo utilizo como escudo y solo soy así para que los daños reboten o no se atrevan a acercárseme. Como resultado me he formado un caparazón molesto pero necesario…
Supongo que cuando me empiezan a conocer, esa primera impresión se va degradando o les pueda parecer “templada”. Tan solo los que han logrado hacerse un hueco en mi corazón saben de mi calor, y ni siquiera es norma.
Algunos amigos me han calificado como fría con ausencia de connotaciones negativas; me dicen “no hay maldad en la frialdad ni bondad en la calidez, nada es bueno ni malo, solo son tipos de personalidad”. Me gustaría creerlo, pero tener una forma de ser con los demás te abre o cierra puertas: de verdad que me gustaría que a veces pudiera dar abrazos así porque sí. Dicen que los que lo hacen son más cariñosos; yo solo me quedo a su lado. Me gustaría poder expresar en mi cara una alegría inmensa presente en todas mis facciones al recibir un regalo que me gusta. Dicen que los que lo hacen son más agradecidos; yo simplemente les regalo una de mis mejores sonrisas sinceras, qué pobre demostración… Me gustaría estar hablando y bailando toda la noche con nuevos amigos que pueda hacer y al despedirme expresar superlativamente mi agrado por haberlos conocido; y es que yo solo les dedico una leve sonrisa y deseo para mis adentros volverlos a ver esperando que mi satisfacción sea recíproca. Y me encantaría saltar de alegría, contagiarla, reproducirla, desbocarme… pero ahí se queda dentro, divirtiéndome sin excesos ni exuberancias, sin pasar la barrera del interno deleite.

Por todo esto no puedo negar que soy fría y me da la evidencia de las puertas que me cierran más que me abren. Quizás eso tenga consecuencia ineludibles, menos oportunidades de relaciones cordiales y candentes… de todos modos me lo busco. Porque si no das no es “justo” recibir ¿no? Son pocas las personas que quieran romper ese equilibrio. ¿Soy egoísta por querer que lo hagan?
Por más que mi inexplorada fuerza exterior que salpica chipas de fuego envía señales invisibles, es inevitable que no obtenga contestación. Si un aventurero consigue sentirlas, se quemará de amor, sino, este iglú seguirá deshabitado…

4 de diciembre de 2009

A fuego lento

Esta noche he soñado, como todas las noches. Pero este sueño lo recuerdo. ¿Por qué unos sí y otros no? ¿Recordamos determinados sueños por algún motivo? Quizás son los que nos perforan más hondo, quizás los que debemos recordar por algo y que llevan un significado oculto, o quizás solo sea una selección alternativa.
Lo desconozco, pero esta noche he soñado “la música de las personas
Qué delicia es que nuestros sueños estén dotados de datos sensoriales como los olores, los sonidos... incluso creemos sentir dolor.
En este sueño predominaba el sonido, el sonido convertido en melodía… la música.
Era un sueño sin sentido, pero es que hace tanto tiempo desde que no recuerdo de haber tenido sueños surreales que me apetecía contarlo.

En él éramos personas, personas de carne, huesos y sentimientos. Pero personas nocturnas, o a lo mejor es que siempre era de noche, una noche cerrada pero muy iluminada por una enorme luna llena (como ayer anoche).
Yo iba caminando por una Ciudad Real fría. Sabía que era fría porque podía ver la escarcha en los coches y el vaho que salía de la boca de los animales, los cuales eran tan libres como las personas. Sin embargo, las personas no sentíamos frío, y creo que tampoco dolor (quizás es así porque no fue un sueño nada doloroso); éramos tan cálidos que el fuego que producíamos en nuestro interior nos calentaba, como si tuviéramos un pequeño sol en vez de corazón.
Pero lo peculiar, lo que de verdad me hizo diferenciar un sueño de la vida “real”, era la música. La música era incesante, pero mandaba una u otra melodía en relación con la persona que se cruzara contigo o tuvieras al lado.
Yo me encontraba sentada sobre el respaldo de un banco de madera. En la calle frente a la valla de algún edificio. Haciendo una foto a la luna mientras que esperaba a no sé quien.
Yo irradiaba unas notas suaves a piano; quizás esto fuera porque me quedé dormida oyéndolas.
Como estaba esperando, miraba a los viandantes pasando en frente mía. Unos se paraban en grupo a hablar, otros andaban cabizbajos con prisa y otros simplemente paseaban. Si alguno se acercaba a una prudente distancia podía oír su hilo musical… había tantos como personas. Como no, unos sonaban a rap, otros a rock, otros a música clásica, y así un gran repertorio.
No controlaba el tiempo, parecía como si yo esperara eternamente; no sentía la impaciencia que se siente cuando alguien llega tarde a su cita y reconsideras marcharte si llega unos minutos más tarde. No, estaba ahí, simplemente esperando. Entonces me percaté de que alguien se había unido a mí. A un metro de mí alguien esperaba de pie a otra persona, o también tan solo esperaba. Llegó su canción a mí, y me deleité con ella. Era tan hermosa. Sin letra, sin distracciones, sin contenido crítico ni amoroso; lista para escuchar. Y no la oí, la escuché. Qué maravillosa.


Cuando desperté, en esos instantes en que no sabes si estás a medio despertar o sigues soñando, pensé si esa persona sería tan maravillosa por dentro como su música.
Ahora, despierta del todo en el mundo “real”, me pongo a pensar si en ese mundo que soñé podrías conocer a una persona así, simplemente escuchándolas. Qué fácil sería entonces encontrar a las personas que te agradan, o incluso a tu otra mitad.
Nosotros podemos escucharnos, cierto, pero solo tenemos la palabra en nuestro poder. Con ella nos podemos conocer, aunque más lentamente. Quizás este tiempo de más sea necesario para entablar relaciones e ir descubriendo lentamente al otro. A fuego lento las comidas salen mejor, ¿no?

3 de diciembre de 2009

Hojas que anuncian


"Esta eres tú. Los ojos cerrados, bajo la lluvia. Nunca imaginaste que harías algo así, nunca te habías visto como…no sé cómo describirlo…como una de esas personas a las que les gusta la luna o que pasan horas contemplando el mar o una puesta de sol, seguro que sabes de qué gente estoy hablando, o tal vez no…da igual…a ti te gusta estar así, desafiando el frío, sintiendo como el agua empapa tu camiseta y te moja la piel, y notar como la tierra se vuelve mullida bajo tus pies. Y el olor. Y el sonido de la lluvia al golpear las hojas. Todas esas cosas que dicen los libros que no has leído. Esta eres tú…quién lo iba a decir".


Este texto ya lo puse en otra ocasión en otro blog. Pero lo pongo otra vez, porque me he vuelto a sentir así.

Hoy de camino a la universidad ya no llovía, pero las aceras estaban bañadas de agua pluvial de ayer. Iba pensando ensimismada, esquivando los arcoiris cerrados que se habían formado en el pavimento a causa de la fusión de la lluvia caida y la gasolina, evitando también caerme a causa de las ojas de colores cálidos depositadas a los lados del paseo.
Este año el Otoño se ha retrasado, tanto que parece haber comenzado a pesar de que su fin llegará pronto.
Ya es casi Navidad.
Hoy tampoco hacía tanto frío, aun así me recoloqué el pañuelo que llevaba atado a mi vulnerable garganta. Me gusta sentir el aire otoñal en la cara pero no caer enferma, ¡tengo tanto que disfrutar este invierno!

Lo digo porque a mi me gusta la Navidad. Pero me gusta mi visión de la Navidad. No sé si es realmente lo que significa, pero desde luego sé que ambiente de consumismo que reina en el aire incluso meses anteriores tampoco lo es.
Me gusta ver nuevas luces en la ciudad; parece que esta nueva luminosidad fascina a muchos niños y a algunos mayores: las miran y sonrien, abrazan al que tienen al lado y exclaman qué bonitas son. Son solo bombillas colgantes pero tienen la capacidad de fascinar por lo que anuncian.
Me gusta ver la nueva decoración de los escaparates y de los supermercados. Es como si los adornos se introdujesen en todas partes, ningún lugar escapa de ser adornado. ¿Qué pintan espumillones en una tienda en la que solo venden alimentos? Nada, pero ahí están. Me da igual que sea un reclamo publicitario, a mi me gusta encontrarmelos.
Me gusta poner el belén en mi casa, y me gusta aun más verlo en casa de mis abuelos. Es una tradición, lo sé, prueba de ello es que ncluso algunos no creyentes lo ponen. Pero cada vez que me pongo a desayunar está ahí cada figurita colocada con cariño en el lugar donde le corresponde formando una dulce composición. Confome va pasando la Navidad se me va olvidando pero relamente me entristece quitarlo después.

Me gusta ir a cenar a casa de mis abuelos. Ayudo a preparar comidas que no solemos hacer durante el resto del año, como para hacer notar áun más que es especial. No me importa el dinero que recibo pero sí la sonrisa que dibuja mi abuelo al sacar la cartera, llamando la atención al resto de los miembros para que le miren. Me gusta cuando sacan del armario del salón una bandeja repleta de dulces navideños envueltos en llamativos y brillantes envoltorios. Suelo coger al menos uno de cada tipo. Entonces suena mi móvil y me emociono deseosa de ver las felicitaciones de mis allegados. Sé que los veo casi a diario, pero me crea ilusión recibir un soniquete de mi móvil por cada uno. Yo les mando también uno para que sepan que me acuerdo de ellos y que les quiero, aunque lo sepan.

Me gusta dar paseos nocturnos con mis amigos, respirando el ambiente, inspirando felicidad. Me gusta pasar por el hombre de las castañas; independientemente de que quiera comprar, voy a olerlas. Siempre hay gente comprando.

Me gusta tener vacaciones ¡y a quién no! sobre todo porque puedo viajar. Suelo irme a celebrar el final del año a Sevilla, y ver a mi otra parte de mi familia. Cuando llego mi abuela y algún tio me dan besos sinceros y a mi no se me quita la sonrisa en varios minutos, incluso horas. También puede que mis primitos vean a esta prima mayor de la que no se acuerdan demasiado. Lo mejor de todo es cuando mi tio, se puede decir que el más admirado mio, un tio soñador denomidado por mi padre como el "que vive en las nubes" pero que a mis ojos solo decidió dedicar su vida a lo que le gustaba (no a lo que tenía más salidas), me pregunta si me gusta lo que hago y me lleva a ver una película en versión original. Casi todos los amantes de la vida y el arte, de la introspección y la belleza son incomprendidos.
No puedo ir a Sevilla sin pasar por el río, ese Guadalquivir que me tiene enamorada. Las luces de colores que se reflejan en sus aguas, esos puentes que lo atraviesan con tanta historia, las torres que señalan su ubicación. En fin, la noche sevillana.

Creo que son suficientes motivos como para decir que me gusta la Navidad. Luego llegan mi cumpleaños y la cabalgata. Al día siguiente los regalos, colocados en secreto al fondo del salón junto al árbol, como cuando estabamos en la edad de la inocencia. No perdimos la costumbre, así no se pierde toda la ilusión.
Espero que este año la cosa no cambie demasiado. Mi nueva casa no me trerá los recuerdos que me trae la que voy a dejar ahora, pero espero que me traiga otros nuevos. No sé cuantas Navidades pasaré en ella, pero disfrutaré el momento y este nuevo tiempo que llegará pronto, cuando las ojas sean sustituídas en algunos lugares por nieve.
No sé, me gusta la Navidad. Quizás tenga suerte de sentirlo, ya que muchos, por más que quieran, les es imposible, bien porque le traiga recuerdos de sabor amargo o porque no vivan en una sociedad donde ese tiempo se adorne y por el contrario solo signifique buscar un mejor resguardo donde poder soportar el frío.
La Navidad son muchas cosas, tantas como personas, pero ella clama una cosa: en esencia la Navidad se llama Amor. Y solo se manifestará en quien sepa verlo. Tengo que dar gracias por ello.

De momento, seguiré viendo ojas volar...

Me muero

- Me muero...
- Seguro que no, te lo estarás imaginando. Vete a descansar ya verás como te sentirás mejor. Ahora vete, estoy ocupado.

- Me muero...
- Yo no temo a la muerte. Al fin y al cabo no somos imprescindibles. Lo mejor que puedes hacer es asumir que ha llegado tu hora; algún día tendrias que morir.
- ...pero yo sí soy impresdindible.

- Me muero...
- ¿qué síntomas tienes: mareos, tos...?
- ehh... un pinchanzo fuerte... desvanecimiento.
- ¿desde cuando te ocurre?
- Me muero.
- Lo siento, yo no me ocupo de esas cosas, no puedo curar lo que padeces. Consulta a otro especialista.

- M...e mue...ro...
- Yo también tengo problemas y no se los voy contando por ahi. Déjame en paz.

Convaleciente, se miró al espejo. Y su reflejo le contestó:

- Te mueres. Y tu epitafio rezará: "Aquí yace quien no puedo encontrar lo que buscaba"

Y su reflejo se desvaneció; había expirado, dejando unas letras escritas bajo el vaho que había dejado su último supiro en el espejo. Decía:
"Soy quien no supo buscar lo que que quería encontrar"

Había muerto el Amor.

2 de diciembre de 2009

Otra noche más

Tendré que hacer un horario. Recopilaré...
- 20-21 noviembre: cojo la gripe, justo cuando más necesitaba estar bien
- 22 de noviembre: se me rompe una amistad
- 25 noviembre: me roban el bolso y con él, mis pertenencias
- 30 noviembre: no me encuentro con mi cita
- 1 noviembre: se rompe mi ordenador y con él, internet y un trabajo que tenía que entregar a primera hora al dia siguiente.
Vaya, quizás tenga un par de días libres de mi acostumbrada mala suerte antes del próximo acontecimiento nefasto. Si creyera en el mal de ojo, podría poner la mano en el fuego por que tengo uno bien gordo. Pero no estoy aquí para enseñaros horarios...

Hoy estoy sentada otra vez en la biblioteca. Ahí fuera llueve y me siento incómoda porque tengo una persona al lado que de vez en cuando mira mi pantalla. Me duele el cuello y parezco sentir la punta del agobio que va a ir extendiéndose por todo mi cuerpo a lo largo de la semana.

Pero esto no me impide visitar este blog, el cual parece que ha empezado a cear una dependencia en mi. En verdad lo echo de menos durante la mañana, sin embargo sé que no es una relación de obsesión maniática como pueda crear el "todo-poderoso Tuenti", no, sino más bien una necesidad benévola que incleíblemente me ayuda a soportar.


De modo que he decidido hoy poneros una bella canción, Il regalo le più grande:


Voglio farti un regalo
qualcosa di dolce qualcosa di raro
non un comune regalo
di quelli che hai perso o mai aperto
o lasciato in treno o mai accettato
di quelli che apri e poi piangi
che sei contenta e non fingi
e in questo giorno di metà settembre
ti dedicherò...
il regalo mio più grande
Vorrei donare il tuo sorriso alla luna perché
di notte chi la guarda possa pensare a te
per ricordarti che il mio amore è importante
che non importa ciò che dice la gente perché
tu mi ha protetto con la tua gelosia che anche
che molto stanco il tuo sorriso non andava via
devo partire però se ho nel cuore la tua presenza
è sempre arrivo e mai partenza
il regalo mio più grande...
Vorrei mi facessi un regalo
un sogno inespresso donarmelo adesso
di quelli che non so aprire
di fronte ad altra gente
perché il regalo più grande
è solo nostro per sempre
Vorrei donare il tuo sorriso...
E se arrivasse ora la fine che sia in un burrone
Non per volermi odiare solo per voler volare
e se ti nega tutto questa estrema agonia
e se ti nega anche la vita respira la mia
E stavo attento a non amare prima di incontrarti
e confondevo la mia vita con quella degli altri
non voglio farmi più del male adesso
amore...amore
Vorrei donare il tuo sorriso alla luna perché
di notte chi la guarda possa pensare a te
per ricordarti che il mio amore è importante
che non importa ciò che dice la gente e poi
amore dato, amore preso, amore mai reso
amore grande come il tempo che non si è arreso
amore che mi parla coi tuoi occhi qui di fronte
e sei tu....
...il regalo mio più grande




Aunque esté en italiano, viene a decir que, a cambio de regalarle lo más grande que se pueda dar a la persona que amas, pide que le regale un sueño no expresado, de esos que no se abren delante de otras personas, ese que es solo de los dos para siempre. Porque, a pesar de que tras la marcha de una mitad la distancia reinará, mirando la sonrisa de la otra persona en la luna, esa que nunca le faltó, pueda saber que, en su corazón, su presencia es siempre de llegada y nunca de ida; amor dado, amor recibido,amor nunca devuelto... ¡Un amor grande como el tiempo!... y que nunca se ha rendido.

Si quisieras regalar el regalo más grande, ¿cuál sería?


Quisiera volver a poder escribir descripciones de la cara iluminada de la luna. Tengo la esperanza de salir algún día de la cara oscura, fría y desconocida y volver a sentirlo. Algún día...
Por el momento me voy de vuelta a mi casa. Estoy cansada.
Buenas noches.

1 de diciembre de 2009

"Lo que realmente quería era una rosa"

Este comentario me hizo pensar; ...asique fui en busca de la fuente y he decidido poner un fragmento muy significativo. La verdad es que es un libro muy profundo, de esos que cada vez que es leido es interpretado de diferentes maneras y del que se puede sacar mucho jugo. Una gran consejera me dijo hace años que me lo leyera al menos dos veces en mi vida: una en el momento en que me lo puso en mis manos de niña y otra cuando ya me me sintiera lo suficiente madura. Así podría disfrutarlo doblemente; a pesar de que las letras fueran las mismas, estaría leyendo dos libros distintos. Supongo que todos sabreis de cual estoy hablando:

<<-¿Tú crees en las flores…?
-Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: "¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!"… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!

-¿Un qué?
-Un hongo.

El principito estaba pálido de cólera.

-Hace millones de años que las flores tienen espinas y hace también millones de años que los corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. ¿Es que no es cosa averiguar por qué las flores pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es esto más serio e importante que las sumas de un señor gordo y colorado? Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta de ello, ¿es que esto no es importante?

El principito enrojeció y después continuó:

-Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: "Mi flor está allí, en alguna parte…" ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¡Y esto no es importante!

No pudo decir más y estalló bruscamente en sollozos.
>>


Pasamos tanto tiempo "haciendo calculos" que olvidamos la importancia de las cosas más minúsculas, para nosotros pasa desapercibido el discreto encanto de las pequeñas cosas. No entendemos cómo para alguien algo puede llegarle tanto al corazón si a nuestros ojos no tiene relevancia. Tan solo nuestros calculos lo tienen. Qué triste, a veces somos hongos...
Pero si nos llega el momento de toparnos con esa rosa insignificante y ésta es capaz de rozarnos el corazón, pasará a ser tan importante como para temer su desaparición. Hasta el punto de considerarla única.



<<-¡Buenos días! -exclamó el principito al ocaso. -¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Buenos días! -respondió el eco. -¿Quién eres tú? -preguntó el principito. -¿Quién eres tú?... ¿Quién eres tú?... ¿Quién eres tú?... -contestó el eco. -Sed mis amigos, estoy solo -dijo el principito. -Estoy solo... estoy solo... estoy solo... -repitió el eco.

"¡Qué planeta más raro! -pensó entonces el principito-, es seco, puntiagudo y salado. Y los hombres carecen de imaginación; no hacen más que repetir lo que se les dice... En mi tierra tenía una flor: hablaba siempre la primera... "


Pero sucedió que el principito, habiendo atravesado arenas, rocas y nieves, descubrió finalmente un camino. Y los caminos llevan siempre a la morada de los hombres.
-¡Buenos días! -dijo.

Era un jardín cuajado de rosas.

-¡Buenos días! -dijeran las rosas.

El principito las miró. ¡Todas se parecían tanto a su flor!

-¿Quiénes son ustedes? -les preguntó estupefacto.
-Somos las rosas -respondieron éstas.
-¡Ah! -exclamó el principito.

Y se sintió muy desgraciado. Su flor le había dicho que era la única de su especie en todo el universo. ¡Y ahora tenía ante sus ojos más de cinco mil. Todas semejantes, en un solo jardín!

Si ella viese todo esto, se decía el principito, se sentiría vejada, tosería muchísimo y simularía morir para escapar al ridículo. Y yo tendría que fingirle cuidados, pues sería capaz de dejarse morir verdaderamente para humillarme a mí también... "

Y luego continuó diciéndose: "Me creía rico con una flor única y resulta que no tengo más que una rosa ordinaria. Eso y mis tres volcanes que apenas me llegan a la rodilla y uno de los cuales acaso esté extinguido para siempre. Realmente no soy un gran príncipe... " Y echándose sobre la hierba, el principito lloró.>>



Pero puede que algún día otra realidad se ponga delante de tus ojos. Entonces solo verás eso. Y te confundirá haciéndote creer que solo existe "eso"; que has estado engañado; la confusión te hace sentir desgraciado, vaciado. Ya solo puedes sentirte a ti, y cuando hablas a tu interior tu soledad hace que se produzca eco dentro de las paredes de tu corazón.


<<De esta menera el principito, se fue acercando al zorrro y le dijo:Tuya es la culpa -le dijo el principito-, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
-Ciertamente -dijo el zorro.
- ¡Y vas a llorar!, -dijo él principito.
-¡Seguro!
-No ganas nada.
-Gano -dijo el zoro- he ganado a causa del color del trigo.

Y luego añadió:

-Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.

El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:

-No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:

-Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.

Y volvió con el zorro.

-Adiós -le dijo.
-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : SOLO CON EL CORAZÓN SE PUEDE VER BIEN; LO ESENCIAL ES INVISIBLE A LOS OJOS.
-Lo esencial es invisible para los ojos -repitió el principito para acordarse.
-Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
-Es el tiempo que yo he perdido con ella... -repitió el principito para recordarlo.
-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
-Yo soy responsable de mi rosa... -repitió el principito a fin de recordarlo.
>>




"Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos": quizás no sea la Regla de Oro, pero la recordaré siempre...