26 de noviembre de 2009

Sin mis efectos personales

Tengo una mala racha diría si fuera de la clase de personas que se quejan de sus infortunios.
Ayer volvió a sucederme otro no muy agradable.
Almorcé con prisas y me fui veloz hacia mi cita con la profesora, con la que tenía que cumplir una tutoría. No tenía muchas ganas de contarle mis problemas lingüísticos, pero le llamé la atención cuando la vi cruzar el umbral de la puerta de salida de la facultad. Entonces ella, con cara de apenada, dio por supuesto que no me había informado del cambio de planes. No iba a atenderme.
De modo que me fui con una amiga a la famosa biblioteca para informar a algunas personas de los nuevos planes para esa tarde. Era miércoles e ibamos a ir al cine.
Ya que mis compañeros no habían contado conmigo para comprar las entradas de la película esperada, me dirigí con una amiga al cine. Nos pareció que estaba en la otra punta del la ciudad, pero llegamos, hicimos la cola y entramos.
Todo había cambiado de rumbo, quizás fuera eso lo que desordenó mi equilibrio de "fuerzas" e hizo que mi acostumbrada suerte mediocre empeorara.
La pelicula estuvo bien; encendieron las luces y allí no estaba.
La imagen de mi bolso había desaparecido de donde la dejé, ahora en su lugar solo había la confusión de una desaparición casi incomprensible.
Tardé unos instantes en poder entenderlo, porque en un primer segundo tu mente entra en caos, en el siguiente descartas la idea de que estás dormiendo y todo lo que viene después es una maraña de sentimientos nublosos entre incredulidad y pánico.
Mi amiga y yo empezamos a buscar, yo desesperada, por todo nuestro alrededor, aun sabiendo que no lo había dejado en tales lugares. El siguiente paso fue bajar a trompicones los escalones mientras mi cabeza maquinaba hipótesis. Pregunté con una voz imperceptiblemente temblorosa a los encargados. Nada. Nos dirigimos a los baños, poniendo en duda mi confianza (quizás se haya olvidado cuando fui, ¿no?) pero solo agotaba opciones, porque yo sabía que no.

Volví al menos tres veces a la susodicha sala, como si esperara que resurgiese de la nada, que repentinamente me estuviera esperando en la butaca en una de ellas, que tuviera un golpe de suerte y el susto se quitara el disfraz de angustia. Pero no fue así, y eso me agobió mucho más.
Pregunté y pregunté. Todos parecían querer hacer algo por mí pero no parecían sentir la pena, y es que todo seguía con su mormalidad, estando yo entre ella, desentonando, siendo la única que sufría en ese momento. A nadie le importaba, ya que no tenía nada que ver con ellos, y después de mi entrevista todo el mundo se olvida y vuelve a la suyo. Porque solo es mi infortunio...
Habían pasado unos minutos, y no parecía que fuera ha encontarlo ya, sin embargo, estas situaciones te hacen sacar tu instinto de supervivencia. Miraba intencionadamente a todas las mujeres que pasaban, como hace un león que busca a su presa y espía a las gacelas con deseo. Esto me hizo sentir mal...no me gusta experimientar rabia hacia alguien. Y como no tenía persona concreta a quien dirigirla, la sentí hacia nadie y todos a la vez.
Salí a la oscuridad de la calle. Todo el mundo riendo. Que aprovechen.
Mi amiga me hizo sentir mejor y aminoró mi rabia, pero la desesperación seguía viviendo en mi. Vaya ocupa más desagradable.
En el camino hacía la comisaría intentaba probar ese consuelo de ver los aspectos positivos..."vale, no me han quitado la cámara de fotos ni la documentación...¡pero sí las llaves, mi bolso preferido, las gafas de óptica, el mp4, el dinero, el móvil con su tarjeta de memoria, numero y fotos...!" no funciona.
Abandoné el intento porque solo conseguía ponerme más triste y no quería dar vía libre a mis lágrimas, deseosas de salir.
Cuando llegué a la comisaría, me informaron de una oleada reciente de robos y me quitaron las esperanzas de encontrarlo. Yo quería poner denuncia, pero también me privaron de ella debido a que tenía que esperar largo rato. Que dentro de cuatro días.
Salimos mi amiga y yo y nos fuimos encontrando a conocidos que, al tener que contarles lo sucedido, de nuevo apenados pero impasibles. Al encuentro con una que colaboró hacía una semana con esa labor de ayuda que hicimos, me hizo pensar cómo las personas somos tan distintas entre sí. No me explico aun cómo hay personas tan dispuestas a ayudar y otras tan malvadas, tan desconsideradas, tan inmorales que no dudan en sacar beneficio para sí mismos sin importarles el daño o perjucio que causan.
Yo había ayudado hace poco, y ahora me pasa esto. Quizás le pueda dar mayor importancia de la que tiene, al fin y al cabo, son solo objetos, aunque les tengas cariño o sean importantes, siguen siendo cosas. Pero no solo me sentí desafortunada por eso, sino por un cúmulo de desdichas que me atacan últimamente, como si me estuvieran poniendo pruebas. Estoy cansada ya de saltar obtáculos, añadiéndole la sopspecha de que nada tendrá su recompensa.
De vuelta a casa la esperanza se puso el contador con marcha atrás. Subiendo el ascensor va creciendo el miedo, y al entrar, tormenta y estruendosos truenos hacen que llueva en mí...

Estoy perdiendo cosas, y lo que es peor, estoy perdiendo personas... ¿me estaré perdiendo a mí misma también? Umm, no. Creo que esto es lo peor que nos puede suceder. Dejar de sernos fieles y desconfiar de nosotros mismos hasta llegar el momento de abandonarnos y dejarnos de querer... eso no se lo deseo ni a las personas que me robaron. A nadie.

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