12 de noviembre de 2009

El columpio *


“Si la gente nos oyera los pensamientos, pocos escaparíamos de estar encerrados por locos”, como un dijo Benavente. Sintámonos afortunados de que tan solo ocurre en espacios de este tipo, donde cada uno se destapa del velo del anonimato y deja fluir sus sentimientos, donde se nos evapora la ridícula vergüenza de dar buenos consejos, donde somos tan solo nosotros.

Puede que a veces dibuje este espacio solo para sentirme mejor, des-ahogarme con “nadie”, y otras veces quiera convertir el talento en belleza, pero todas y cada una de ellas en las que me introduzco en este escondrijo y ventana a la vez, descubro algo nuevo en mí, porque además de poder sincerarte con uno mismo, experimentas sensaciones que no percatabas tener… destapas la esencia de tus sentimientos aclarándolos, creando nuevos o averiguando que son más complicados de lo que pudieras creer.
Y cuando terminas de escribir, lo lees, y te quedas asombrado sino maravillado de tu propio escrito.

Esta entrada es prólogo del diario de un bohemio arlequín que, abotagado de este mundo de payasos malogrados y terroríficamente hipócritas, decide seguir la enigmática senda de los arlequines: individuos de espíritus blancos que desde la época olvidada se entregaron al cometido del soñar.
Del soñar con los ojos abiertos mirando las estrellas al mecerse en sus columpios de libertad.

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