24 de noviembre de 2009

Con la vista al frente


Ya estoy en el abismo. Un paso más y ya no hay nada. No puedo ver que hay al otro lado y ni siquiera sé si sigue.

Como cuando subes al peñasco más alto del acantilado, sintiendo como empiezan a templar tus extremidades a medida que te haces un hueco entre los cantos rocosos y, una vez conseguido el equilibrio, te incorporas siendo lo primero que sientes una ráfaga de sabor lejano, muy fresca, muy limpia, muy marina...
De repente tu estado de ánimo cambia como cambia la dirección del viento; y es que ese paisaje suele provocar a todos las mismas sensaciones: primero admiración, que va turnándose en melaconlía, hasta terminar por borrarnos los pensamientos, dejándonos así la mente en blanco para que nuestra única actividad sea la de escuchar la mezcla de sonidos de las gaviotas y lasolas rompiendo, disfrutando del silencio de la tranquilidad. Con el cabello alborotado y la piel excitada.

Digo que es una sensación parecida porque, por más que agudices la vista, no verás en el horizonte nada más que la separación entre mar y cielo, no más.
No puedo ver lo que hay en el otro lado. Quizás haya guerras, o quizás otra persona maravillada en otro litoral desierto... al igual, no puedo ver más allá de donde estoy. Me quedo pensando en la nada y me siento a esperar. Ya solo puedo esperar. Y pronto veré un atisbo de mi futuro, que se acercará, y lo aceptaré...

1 comentario:

  1. Podemos quedarnos ahí sentados, en ese limbo aparentemente fresco y agradable. Y dejar de buscar, hacer un alto en el camino.
    Pero tarde o temprano hay que seguir, hay que continuar adelante, aunque en el horizonte haya una guerra, u otra persona mirando el litoral...
    Pero sabes que no estas sola, y como en cierto cuento, un mendigo que en realidad es un príncipe (o al reves), y un angel que quiere aprender a volar te acompañan. Asi que no estas solo arlequin.
    Mira hacia el frente. Mira hacia el horizonte.
    Da un paso adelante...
    Yo te sujeto...¿vale?

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