8 de marzo de 2010

Nieve negra

Quejas, quejas y quejas, un sin fin de lamentaciones y pies helados.
Hoy ha vuelto a nevar. No podría haber pasado nada peor... todo se tiñe.

A la hora de la comida encendemos el televisión y la miramos como zombis; en ella retransmiten imágenes preciadas para nosotros, paisajes de ensueño que en nuestro país nunca se formarán. Vemos numerosas imágenes de blancos parques, tejados como el lomo de un armillo y niños arrojándose bolas de esa sustancia tan bonita... sin embargo escuchamos cuando entrevistan a tan dichosas personas y rabia corre por nuestras venas. ¿que están hartos? ¿que es una desgracia? ¿que odian la nieve blanca?

Apago la televisión y miro por la ventana. Apenas se se nada a causa de los churretes que descienden lentamente como si un bidón de fuel se hubiera vertido sobre nuestro tejado.
No hay nadie en las calles, ¿quién iba a querer si todos la evitamos? Estos días son horribles, anímicos.
Y si hay que salir nos vestimos de negro enteros, pero no podemos evitar que nuestra pálida piel se ennegrezca por la maldición. A los niños les produce miedo y van llorando a sus madres cuando les disgusta más haberse cubierto de nieve negra que el dolor de la caída.

Aun no entiendo como en otros países no admiran sus copitos, y de ellos el panorama que les presentan. Yo sí sería agradecida si aquí fuera blanca y no... nieve negra.

Aunque la nieve por su naturaleza sea fría y resbaladiza, y en abundancia bastante molesta, está visto que todo podría ser peor, por eso me siento feliz cuando, desde un origen que no puede ver, cae bailando y pintando de blanco mi corazón.

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