15 de enero de 2010

Enterrada en un desierto, hoy cajoncito de arena.

Sigo buscándola. Miro en grandes almacenes donde hay tantísimas pero no la que busco, recorro calles asfaltadas, adoquinadas y descampadas, subo a las alcobas de los más altos edificios, desordeno cajones y desnudo armarios. Me cuelo en fábricas, talleres y escuelas…y nada. Buceo en piscinas y lagos, me pierdo entre matorrales y raquíticos árboles, hasta sondeo litorales… no puede haber llegado tan lejos. Pruebo en casetas de feria y casas de terror, escalo colinas e incluso tiento en la garganta de Río Mundo… en algún lugar debe de estar. Molinos, estaciones, cabinas telefónicas, jardines de la calle Girasol… me rindo. Desanimada más que agotada me dirijo al parque a reflexionar y me dejo caer en un banco de piedra fría; recuerdo que allí se sentaban mi padre o mi madre sin hacer nada, esperando a que me cansara de jugar. La sorpresa por la llegada de tal atisbo de ideas válidas a mi mente gracias a este recuerdo me hace abrir los ojos al máximo y reanimar las ganas de proseguir con la casi inútil búsqueda. Entonces empiezo a mirar en el interior de los toboganes, por debajo de los columpios y en las pistas. Presiento que estoy cerca, esta intuición es tan viva que con un poco más deseo podría incluso hacer un milagro. Pero al final termino plantada en el sitio, con mis extremidades separadas del cuerpo sin saber hacia dónde dirigirse, hasta que mi mirada apunta a una niña de rosados mofletes y cabellera dorada que está de rodillas en el cajón de arena haciendo una montaña o puede que un pastel… me recuerda tanto a mí años atrás. Soy yo, es tan solo un espejismo del pasado. Miro atentamente; ella está tan feliz, sola y entretenida con las ramitas, compactando la arena y tapando la última esquina de lo que está enterrando… Tras este recuerdo que solo ha durado un segundo, enfoco la mirada y allí sigue el montículo. La desentierro y le soplo el polvo. Regreso exhausta a mi casa con la caja bajo el brazo. La he encontrado y me he propuesto no volverla a perder. Es mi caja, donde me metía para soñar, donde podía ser lo que quisiera y donde ahora puedo volver a ser pequeña, a redescubrir quien soy. Rota por el olvido y polvorienta por los años dejados atrás hoy vuelve a ser mi caja de cartón.

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