Pese a su toque de arraigado pesimismo, esta cita es muy cierta en situaciones concretas. Porque este arlequín puede estar tan tranquilo, sin desear nada malo para nadie ni con esta intención, sino totalmente volcado en su vida, y sobre ella caerle problemas innecesarios.
Normalmente los problemas son causados por algo, como una indeseable catástrofe natural, o por alguien, como una intrusión desafortunada y malintencionada en la vida de otros.
Este arlequín no es capaz de comprender dónde se crean los deseos dañinos… no pueden existir lugares tan horribles en los que sufran procesos premeditados de elaboración. Lo peor de todo es que sabe que donde el dolor se embotella en deseos para ser mandados es en la mente humana, lista para repartirlos tan selectamente que resulta macabro.
Y a veces terminas siendo el centro de la diana, tú que no concibes explicación de por qué alguien iba a querer envenenar tu tranquilidad.
Siempre he dicho que es mejor recibir daños que no mereces que ser la causa, pero en la práctica tus creencias se desencajan al saber que la causa no es radicada; ¡es intocable! y a modo de escudo, se esconde tras la seguridad de serlo.
En este caso la causa son menores con diecisiete años, cobardes si fueran dieciocho,

Como arlequín reivindicador silencioso y amante del equilibrio de los órdenes de la vida, no me ha dolido este disparo, no me ha indignado que no se pueda curar, pero si me ha hecho, una vez más, reflexionar sobre la falta de humanidad.
Podrían no manchar sus vidas con estos actos que lo único que consiguen es corromperse a sí mismos, sin embargo ni mi venganza les va a servir de enmienda, por eso siempre habrá desequilibrios… habrá problemas sin solución siempre que sigan existiendo fábricas de deseos dañinos.