24 de enero de 2010

Fábricas de deseos dañinos

La felicidad no es algo que merezcamos. Cuando la vida va bien es un regalo inesperado. No puede durar siempre. (Memorias de una Geisha)

Pese a su toque de arraigado pesimismo, esta cita es muy cierta en situaciones concretas. Porque este arlequín puede estar tan tranquilo, sin desear nada malo para nadie ni con esta intención, sino totalmente volcado en su vida, y sobre ella caerle problemas innecesarios.
Normalmente los problemas son causados por algo, como una indeseable catástrofe natural, o por alguien, como una intrusión desafortunada y malintencionada en la vida de otros.
Este arlequín no es capaz de comprender dónde se crean los deseos dañinos… no pueden existir lugares tan horribles en los que sufran procesos premeditados de elaboración. Lo peor de todo es que sabe que donde el dolor se embotella en deseos para ser mandados es en la mente humana, lista para repartirlos tan selectamente que resulta macabro.
Y a veces terminas siendo el centro de la diana, tú que no concibes explicación de por qué alguien iba a querer envenenar tu tranquilidad.
Siempre he dicho que es mejor recibir daños que no mereces que ser la causa, pero en la práctica tus creencias se desencajan al saber que la causa no es radicada; ¡es intocable! y a modo de escudo, se esconde tras la seguridad de serlo.

En este caso la causa son menores con diecisiete años, cobardes si fueran dieciocho, que estropean su porvenir cometiendo delitos según la ley. Lo más gracioso de todo es que la misma ley los considera, como diría yo, delitos alienados, ya que son inexpugnables, o simplemente lo suficientemente alejados de las barreras de la verdadera justicia.

Como arlequín reivindicador silencioso y amante del equilibrio de los órdenes de la vida, no me ha dolido este disparo, no me ha indignado que no se pueda curar, pero si me ha hecho, una vez más, reflexionar sobre la falta de humanidad.
Podrían no manchar sus vidas con estos actos que lo único que consiguen es corromperse a sí mismos, sin embargo ni mi venganza les va a servir de enmienda, por eso siempre habrá desequilibrios… habrá problemas sin solución siempre que sigan existiendo fábricas de deseos dañinos.

22 de enero de 2010

Hombres de navajas, cuidaros las espaldas.

He salido con retraso de casa, y he pensado en que la vergüenza de entrar en mitad de la clase no compensaba el echarme una carrera y coger frio en la garganta, asi que decidiendo alternativas para esa hora he pasado por suerte o destino por un callejón.

Debo reconocer que al dar el primer paso por esa acera envenenada de botellas rotas me he arrepentido profundamente de haberme dirigido para allá, aunque solo fueran unos metros hasta salir otra vez a una colle iluminada.
Era como si las alcantarillas se hubieran tragado toda la luz ¡ni una sola farola encendida!
Los temblores que me empezaron no creo que fueran de frío, pero los vagabundos que yacían ebrios o por lo menos sin fuerzas para poder levantarse, olían a alcohol barato y a miedo. Miedo de mí, una extraña de ese mundo de miseria y perdición, con mi cabello cuidado, mi gran abrigo y mis botas de piel. Desafiando todo lo que ellos eran, su forma de "sobre"vivir.
Iba pasando a zancadas sobre cristales mohosos, zapatos sin sus pares, jeringuillas usadas y colillas consumidas al máximo, reflejo de personas sin comida alimentadas de pobreza, casas que se degradan como lo van haciendo los que tienen suerte de ocuparlas... terminé de pasar por la calle Desolación, y tan solo a unos metros otra calle, iluminada, con macetas en los balcones y gente hablando con móviles de última generación pasando por ella. Tan cerca. Tan distinta. Tan indiferente...
Pasé miedo, y tristeza alfin, pero los desafientes ojos que me siguieron no me engañaban, estaban iunundados de miedo, delantando lo vulnerables que se encontraban, incluso de los que ellos llamaban hermanos.

Me dirijo otra vez a la Escuela de Idiomas.

15 de enero de 2010

Enterrada en un desierto, hoy cajoncito de arena.

Sigo buscándola. Miro en grandes almacenes donde hay tantísimas pero no la que busco, recorro calles asfaltadas, adoquinadas y descampadas, subo a las alcobas de los más altos edificios, desordeno cajones y desnudo armarios. Me cuelo en fábricas, talleres y escuelas…y nada. Buceo en piscinas y lagos, me pierdo entre matorrales y raquíticos árboles, hasta sondeo litorales… no puede haber llegado tan lejos. Pruebo en casetas de feria y casas de terror, escalo colinas e incluso tiento en la garganta de Río Mundo… en algún lugar debe de estar. Molinos, estaciones, cabinas telefónicas, jardines de la calle Girasol… me rindo. Desanimada más que agotada me dirijo al parque a reflexionar y me dejo caer en un banco de piedra fría; recuerdo que allí se sentaban mi padre o mi madre sin hacer nada, esperando a que me cansara de jugar. La sorpresa por la llegada de tal atisbo de ideas válidas a mi mente gracias a este recuerdo me hace abrir los ojos al máximo y reanimar las ganas de proseguir con la casi inútil búsqueda. Entonces empiezo a mirar en el interior de los toboganes, por debajo de los columpios y en las pistas. Presiento que estoy cerca, esta intuición es tan viva que con un poco más deseo podría incluso hacer un milagro. Pero al final termino plantada en el sitio, con mis extremidades separadas del cuerpo sin saber hacia dónde dirigirse, hasta que mi mirada apunta a una niña de rosados mofletes y cabellera dorada que está de rodillas en el cajón de arena haciendo una montaña o puede que un pastel… me recuerda tanto a mí años atrás. Soy yo, es tan solo un espejismo del pasado. Miro atentamente; ella está tan feliz, sola y entretenida con las ramitas, compactando la arena y tapando la última esquina de lo que está enterrando… Tras este recuerdo que solo ha durado un segundo, enfoco la mirada y allí sigue el montículo. La desentierro y le soplo el polvo. Regreso exhausta a mi casa con la caja bajo el brazo. La he encontrado y me he propuesto no volverla a perder. Es mi caja, donde me metía para soñar, donde podía ser lo que quisiera y donde ahora puedo volver a ser pequeña, a redescubrir quien soy. Rota por el olvido y polvorienta por los años dejados atrás hoy vuelve a ser mi caja de cartón.

14 de enero de 2010

LLover sobre mojado


Me he vuelto a poner delante del espejo, como suelo hacer previamente a una exposición oral o cuando ensayo contestaciones simulando una situación comprometida que intuyo que pasará. Me he sentido estúpida haciéndolo y he terminando tapándome la cara con las manos, esta vez me he preparado lo que voy a decirle, no sé si por aumentar mi seguridad o por corregir mis palabras por las adecuadas, es decir, de un tono que pueda quitar relevancia al asunto. Sin embargo, sé que cuando esté delante suya no diré lo que había pensado sino las que salgan disparadas por la boca, o entrecortadas, esta vez no lo sé. Lo importante es decírselo, y decirle la verdad, porque tengo que hacerlo… ¿Cuál será el resultado? La tarde se me presenta borrosa y no sé cómo se me dará la noche, si todo habrá cambiado, y es que últimamente me ocurren las cosas tan de repente que por las mañana tengo que hacer recuento de los cambios. ¿Cómo se lo tomará? La cuestión es muy simple, tampoco es difícil de comprender… pero rompe tales expectativas que será complicado de contar y de asimilar por la otra parte. Reconozco que sentará como una patada en el estómago, puede ser, ¿Qué hace el resto de los mortales cuando no puede hacer nada para que sea distinto pero por el contrario solo depende de sí mismo? Me gustaría saberlo. Supongo que le ofreceré la alternativa más fácil para él… pero la más dolorosa para mí, es lo más legal que puedo hacer, se lo merece. Solo tengo una cosa clara, no quiero hacer daño, no quiero que me lo hagan, seguiré con mis ideas pilotando el timón y que sea lo que tenga que ser.
Ha llegado la hora, me pongo el cosquilleo en el vientre y me dispongo a salir por la puerta.

8 de enero de 2010

Ayer

Ayer fue cuando te encontré, iluminando la llena y brillante luna nuestros rostros expectantes. Ayer fue cuando me susurraste, y una vez más tu aliento cálido me hizo estremecerme. Ayer, solo ayer, sentí volverme a palpitar el corazón, lo podía notar, y yo era capaz de escuchar los latidos del tuyo, tan desbocado.
Nos separamos como se separó el calor de la playa y tu ausencia llegó como llegaron las primeras hojas marchitas, ayer sin embargo nos vimos. Quisimos vernos. Y no nos besamos, tenemos sabido que no somos amantes de carne… pero soy feliz porque te sentí. Ayer podíamos estar simplemente cerca y disfrutamos de nuestra presencia, sí, estaba ahí, tan cerca de la mía, rozando mis gestos, contemplando mis pensamientos… Tus pupilas en las mías y tus labios sellados al igual que cuando estabas distante, pero vestidos con tan significativo silencio que ardían, lo sé. Pocas palabras pudimos intercambiar, pero en esos momentos resultaban innecesarias incluso entorpecedoras, porque con dificultad podrían mejorar esa perfección, nada podría igualarse a nuestra contención.
En el intento de congelar los instantes la conmoción no cesaba, pero tus ojos se humedecían y tus manos empezaban a temblar, y creo que a mí me pasaba lo mismo, pero no lo sabré porque no pensaba en mi cuerpo, estando totalmente concentrada en ti y en que tu imagen no se fuera, no se alejara otra vez.
Tu susurro de despedida hoy permanece en mí como las olas en una caracola, esperando a que un día sea devuelto a quien pertenece en una noche como la de ayer.


O quizás lo soñé, y mi subconsciente, deseoso de que me mires y me digas a la cara que estás dispuesto a estar en mi vida, loco de atar lo inventó todo y jamás me pensaste… quizás no quisiste verme y tu semblante solo fuera una ilusión...

5 de enero de 2010

Carta

Muy querida mía Ignorancia:

Espero que sigas tan bella como siempre. Hoy te escribo para decirte que te echo de menos. Hace tiempo que no sé de ti, ni de nuestra hija Felicidad, porque ya sabes que a mi pareja Sabiduría no les caéis de agradado. Tú misma me advertiste que nunca seríais compatibles, que rozabais por naturaleza, y no os culpo, pero aunque debo admitir que con ella me siento más seguro e independiente, añoro cuando estábamos juntos… me hacías sentir tan liberado y me dabas tanta paz. Sé que nuestra Felicidad está mejor contigo, además Sabiduría no le cae bien, y por lástima creo que ya casi la reconocería. Te escribo a escondidas justo ahora porque siento compungido el corazón, y cada vez Sabiduría me provoca más presión aunque quiero seguir con ella, por eso acordarme de esos tiempos en los que me abrazabas me reconforta. Quiero que sigamos encontrándonos de vez en cuando, aunque solo sean unos instantes, sin que nadie lo note…

Siempre tuyo, un vividor cualquiera.