2 de febrero de 2010

Los de arriba

Otro día más. Ya me duelen los cuchicheos de las demás sombras y quiero cerrar las voces que taladran mi cabeza, porque duelen.
A cada paso voy encontrándome con sombras caminando de dos en dos, como yo.
Pero cada una habla de sus cosas. Y es que las sombras contamos la verdad que las personas a las que seguimos no hacen. Ocurre que cuando esas personas se paran a charlar nosotras nos oímos, pero yo ya estoy cansada de tanta falsedad y lamentaciones.
Ayer me pararon con dos sombras amigas mías, y caminamos las dos pares juntas. Hemos pasado mucho tiempo entremezcladas, y hace poco les oí que eran felices, cuando aun yo no iba acompañada. Me alegré mucho. Pero ayer les volví a escuchar, y una de ella no calló su tono… uno triste. Pude oír lo que no había sospechado antes, como no la había visto hasta ese momento, y esas palabras de impotencia mellaron mi cabeza.
Las personas a las que seguíamos continuaban rellenando su despreocupada conversación con temas mundanos, pero en nosotras era otro cantar.
Y entonces miré hacia arriba, percatándome de un gesto tan meramente cotidiano que escapaba a algunos y afligía a otros; mis amigas no podían mezclarse… y me miré a mí, una sombra unida a la otra, ¿Por qué las personas de ahí arriba vivían de ese modo? ¿por qué no dejaban expresarse como nosotras? Las personas solo emitían palabras y nosotras sentimientos, los verdaderos sin duda, entonces, ¿por qué les obligaban a fingir? Esa sombra no se merecía estar hablando de cárceles invisibles… ella me contó que venían de arriba, de esos que soltaban por la boca palabras de tolerancia poco sentidas pero eran dueños de sombras que escupían odio o incomprensión.
¡Qué mundo, el que ayer me provocó angustia emocional! y nosotras sufrimos las consecuencias, solo somos sombras deseosas de ser libres, y algunas pueden hacer poca cosa, porque las personas a las que siguen les han robado la valentía.
Nos separamos y seguimos de dos en dos, así pude prestar atención a más voces: realmente me sentí frustrada porque además de las voces de amor escuché unas consumidas por los celos o ahogadas por las dudas, unas hablaban de lo interesadas que eran y que a la primera de cambio traicionarían a su compañera, otras de lo aburridas que estaban unidas, otras de la ilusión ilusa de sensaciones nuevas e incluso otras con el mismo sentimiento de insuficiencia que mis amigas.
Quise bloquear mi cabeza y pero los pensamientos ya estaban taladrándola. Dolían.
Ayer me di cuenta de que eso no podía seguir así.

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