21 de febrero de 2010

Al ritmo de una velada en París

Me vuelvo a despertar a su lado, su pecho contra mi espalda, encajada su silueta con la mía, como si de fichas de Tetris se tratara. Anoche quise pasarla otra vez con él, porque entre otras cosas, me suele dar el desenlace feliz que no tengo, y ayer fue un día de planteamiento y nudo funestos. Pero nuestro cuento debe terminar al amanecer, cuando recojo mi ropa y me marcho de su habitación sin despertarlo, para que no le entristezca mi marcha, o para que no me entretenga enzarzándome entre sus brazos.
Un par de velas aun están agotando los últimos minutos de vida de sus mechas y la cadena sigue girando el disco que puse en pause cuando la palabra “ven” la pronunció tan preocupada y delicadamente como otras noches de infierno.
Miro durante unos instantes su torso desnudo embriagado con mi olor y sus párpados cerrados abrigando los dulces ojos que ayer vieron derramar amargas lágrimas de los míos. Pero su mirada no me corresponde, solo es un capricho que no me debo permitir; su mirada no puede verme por las mañanas, asique antes de abandonar la habitación, le doy al Play para que se despierte con la misma canción que anoche sonaba, “Al ritmo de una velada en París”, esa que nunca tendré, y cierro la puerta tras de mí.

1 comentario:

  1. Que bonito despertarse con alguien a quien amas ¿verdad?.
    Y aunque la magia sólo dure unas horas,vale la pena sufrir por ello.

    Aunque por la mañana se rompa el hechizo, y sólo quede la música.

    Un tarareo, al ritmo de una velada en Paris... na,na,na....

    ResponderEliminar