21 de febrero de 2010

Al ritmo de una velada en París

Me vuelvo a despertar a su lado, su pecho contra mi espalda, encajada su silueta con la mía, como si de fichas de Tetris se tratara. Anoche quise pasarla otra vez con él, porque entre otras cosas, me suele dar el desenlace feliz que no tengo, y ayer fue un día de planteamiento y nudo funestos. Pero nuestro cuento debe terminar al amanecer, cuando recojo mi ropa y me marcho de su habitación sin despertarlo, para que no le entristezca mi marcha, o para que no me entretenga enzarzándome entre sus brazos.
Un par de velas aun están agotando los últimos minutos de vida de sus mechas y la cadena sigue girando el disco que puse en pause cuando la palabra “ven” la pronunció tan preocupada y delicadamente como otras noches de infierno.
Miro durante unos instantes su torso desnudo embriagado con mi olor y sus párpados cerrados abrigando los dulces ojos que ayer vieron derramar amargas lágrimas de los míos. Pero su mirada no me corresponde, solo es un capricho que no me debo permitir; su mirada no puede verme por las mañanas, asique antes de abandonar la habitación, le doy al Play para que se despierte con la misma canción que anoche sonaba, “Al ritmo de una velada en París”, esa que nunca tendré, y cierro la puerta tras de mí.

19 de febrero de 2010

Arlequín

Le encantaba ir a clase, le encantaba el olor de los libros y el soniquete de la profesora, le encantaba estudiar… no, no le encantaba, ¡detestaba todas esas cosas!
Detestaba que le sacaran al estrado, detestaba madrugar, detestaba llegar tarde a comer y también detestaba sus compañeros. No podía aguantar la rapidez con la que alzaban las manos delante suya… odiaba esa competitividad por ser el más sabiondo. Un pésimo alumno, ese era él.
No era de extrañar; aunque él no sacaba notas por encima del aprobado era muy listo. Más listo que el niño mascota de la profesora: él sabía que la “seño” le ignoraba, sabía que sus compañeros le insultaban cuando ejecutaban la formación del “corrillo” entre clase y clase, y sabía que sus abuelos estaban decepcionados por sus resultados.
Él vivía con sus abuelos, huérfano de padres, hermanos y felicidad, sus abuelos llegaban a considerar que había nacido algo deficiente. Quizás se le cayó a la matrona. A pesar de todo, no iban a gastar sus ahorros para ayudar al niño de su hija, la que había sido siempre la oveja negra de entre sus ocho hermanas. Sus abuelos pensaron que la escasez de coeficiente sería hereditaria, aunque también barajaron la idea de que un embarazo en tan edad temprana como la que tuvo su maldita hija fuera el causante. También era de esperar, siendo hijo de un perdido de la vida, a lo sumo trabajador.
Definitivamente, para sus abuelos él no era ninguna bendición del cielo, y eso él lo sabía. Las niñas, en cambio, lo evitaban. Ellas le dieron el apodo de Arlequín, porque decían que siempre iba desigual en la vestimenta. Un total desaliñado. Y es que cuando se sentaba en su silla las niñas miraban por debajo de los pupitres para cuchichear a costa de sus calcetines, cada uno de un color, debido a que los pantalones le quedaban “pesqueros”. También le llamaban así porque decían que era lo contrario a los demás niños. Los niños siempre están riendo, haciendo bromas y gamberradas, y él, en cambio, se mantenía al margen, con la cabeza cabizbaja y la cara neutral, mas con el semblante triste. A Arlequín le gustaba más pensar que los demás eran unos “payasos”, así que no le disgustaba del todo ser considerado lo opuesto.
Arlequín sabía todo esto.
Pero él seguía asistiendo a clase. Seguía almorzando con sus abuelos. Arlequín seguía hablando con sus padres por la noche, mirando las estrellas. Ellos eran los únicos que seguían comprendiendo a Arlequín. Y Arlequín lo sabía; donde quiera que ellos estuvieran, le querían… Arlequín lo sabía todo, porque era el más listo.

17 de febrero de 2010

¿Qué importa mi opinión?



Sí, solo escribo tonterías :)

15 de febrero de 2010

Fantasmas de la imaginación dormida


ROMEO.- Tuve anoche un sueño.
MERCUTIO.- Y yo otro esta noche.
ROMEO.- ¿Y a qué se reduce tu sueño?
MERCUTIO.- Comprendí la diferencia que hay del sueño a la realidad.
ROMEO.- En la cama fácilmente se sueña.
MERCUTIO.- Sin duda te ha visitado la reina Mab, nodriza de las hadas.
Es tan pequeña como el ágata que brilla en el anillo de un regidor.
Su carroza va arrastrada por caballos leves como átomos, y sus radios son patas de tarántula, las correas son de gusano de seda, los frenos de rayos de luna:
huesos de grillo e hilo de araña forman el látigo;
y un mosquito de oscura librea, dos veces más pequeño que el insecto que la aguja sutil extrae del dedo de ociosa dama, guía el espléndido equipaje.
Una cáscara de avellana forma el coche elaborado por la ardilla, eterna carpintera de las hadas.
En ese carro discurre de noche y día por cabezas enamoradas, y les hace concebir vanos deseos, y anda por las cabezas de los cortesanos, y les inspira vanas cortesías.
Corre por los dedos de los abogados, y sueñan con procesos.
Recorre los labios de las damas, y sueñan con besos.
Anda por las narices de los pretendientes, y sueñan que han alcanzado un empleo. Azota con la punta de un rabo de puerco las orejas del cura, produciendo en ellas sabroso cosquilleo, indicio cierto de beneficio o canonjía cercana.
Se adhiere al cuello del soldado y le hace soñar que vence y triunfa de sus enemigos y los degüella con su truculento acero toledano, hasta que oyendo los sones del cercano tambor, se despierta sobresaltado, reza un padre nuestro, y vuelve a dormirse.
La reina Mab es quien enreda de noche las crines de los caballos, y enmaraña el pelo de los duendes, e infecta el lecho de la cándida virgen, y despierta en ella por primera vez impuros pensamientos.
ROMEO.- Basta, Mercutio. No prosigas en esa charla impertinente.
MERCUTIO.- De sueños voy hablando, fantasmas de la imaginación dormida,
que en su vuelo excede la ligereza de los aires, y es más mudable que el viento.

(Fragmento de Romeo y Julieta)

12 de febrero de 2010

La leyenda

Cuenta una leyenda de los indios Sioux que, cierta vez, Toro Bravo y Nube Azul llegaron tomados de la mano a la tienda del viejo hechicero de la tribu y le pidieron:

- Nosotros nos amamos y vamos a casarnos. Pero nos amamos tanto que queremos un consejo que nos garantice estar para siempre juntos, que nos asegure estar uno al lado del otro hasta la muerte. ¿Hay algo que podamos hacer?

Y el viejo, emocionado al verlos tan jóvenes, tan apasionados y tan ansiosos por una palabra, les dijo:

- Haced lo que pueda ser hecho, aunque sean tareas muy difíciles. Tú, Nube Azul, debes escalar el monte al norte de la aldea solo con una red, cazar el halcón más fuerte y traerlo aquí, con vida, hasta el tercer día después de la luna llena. Y tú, Toro Bravo, debes escalar la montaña del trueno; allá encima encontrarás a las mas brava de todas las águilas. Solamente con una red deberás atraparla y traerla para mí, viva!

Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron para cumplir con la misión.

El viejo las sacó de las bolsas y constató que eran verdaderamente hermosos ejemplares de los animales que él les había pedido.

-Y ahora, ¿qué debemos hacer? Los jóvenes le preguntaron.

-Tomen las aves y amárrenlas una a otra por las patas con esas cintas de cuero. Cuando estén amarradas, suéltenlas para que vuelen, libres.

Ellos hicieron lo que les fue ordenado y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron volar, pero apenas consiguieron dar pequeños saltos por el terreno.

Minutos después, irritadas por la imposibilidad de volar, las aves comenzaron a agredirse una a otra, picándose hasta lastimarse.

Entonces, el viejo dijo:

- Jamás se olviden lo que están viendo. Y este es mi consejo: Ustedes son como el águila y el halcón. Si estuvieran amarrados uno al otro, aunque fuera por amor, no sólo vivirán arrastrándose sino también, tarde o temprano, comenzarán a lastimarse el uno al otro.

Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos, pero jamás amarrados.

5 de febrero de 2010

2 de febrero de 2010

Los de arriba

Otro día más. Ya me duelen los cuchicheos de las demás sombras y quiero cerrar las voces que taladran mi cabeza, porque duelen.
A cada paso voy encontrándome con sombras caminando de dos en dos, como yo.
Pero cada una habla de sus cosas. Y es que las sombras contamos la verdad que las personas a las que seguimos no hacen. Ocurre que cuando esas personas se paran a charlar nosotras nos oímos, pero yo ya estoy cansada de tanta falsedad y lamentaciones.
Ayer me pararon con dos sombras amigas mías, y caminamos las dos pares juntas. Hemos pasado mucho tiempo entremezcladas, y hace poco les oí que eran felices, cuando aun yo no iba acompañada. Me alegré mucho. Pero ayer les volví a escuchar, y una de ella no calló su tono… uno triste. Pude oír lo que no había sospechado antes, como no la había visto hasta ese momento, y esas palabras de impotencia mellaron mi cabeza.
Las personas a las que seguíamos continuaban rellenando su despreocupada conversación con temas mundanos, pero en nosotras era otro cantar.
Y entonces miré hacia arriba, percatándome de un gesto tan meramente cotidiano que escapaba a algunos y afligía a otros; mis amigas no podían mezclarse… y me miré a mí, una sombra unida a la otra, ¿Por qué las personas de ahí arriba vivían de ese modo? ¿por qué no dejaban expresarse como nosotras? Las personas solo emitían palabras y nosotras sentimientos, los verdaderos sin duda, entonces, ¿por qué les obligaban a fingir? Esa sombra no se merecía estar hablando de cárceles invisibles… ella me contó que venían de arriba, de esos que soltaban por la boca palabras de tolerancia poco sentidas pero eran dueños de sombras que escupían odio o incomprensión.
¡Qué mundo, el que ayer me provocó angustia emocional! y nosotras sufrimos las consecuencias, solo somos sombras deseosas de ser libres, y algunas pueden hacer poca cosa, porque las personas a las que siguen les han robado la valentía.
Nos separamos y seguimos de dos en dos, así pude prestar atención a más voces: realmente me sentí frustrada porque además de las voces de amor escuché unas consumidas por los celos o ahogadas por las dudas, unas hablaban de lo interesadas que eran y que a la primera de cambio traicionarían a su compañera, otras de lo aburridas que estaban unidas, otras de la ilusión ilusa de sensaciones nuevas e incluso otras con el mismo sentimiento de insuficiencia que mis amigas.
Quise bloquear mi cabeza y pero los pensamientos ya estaban taladrándola. Dolían.
Ayer me di cuenta de que eso no podía seguir así.