1 de mayo de 2010

Necesidad de aire abstracto

No me da miedo lo que pueda encontrar en tu interior cuando te leo la mente, lo que puedan reflejar tus ojos o lo que puedan decir tus silencios. Es cierto que nadie sabe lo que puedes hacer por mí cuando simplemente me esperas y lo amadas que se sienten mis manos.

Pero empezaste a temblar el día que te dije que temía por las dos palabras especiales, que dejarían de serlo si seguías derrochándolas.
No habías sospechado que yo fuera tan abstracta, allí tan tumbada sobre esa superficie verde, tan supraimpulsiva… y me miraste con la boca fruncida del temor a ahogarte con mis confesiones, sin embargo tus ojos se clavaron en el verde. No llevaban enfado, ni incomprensión, solo estupefacción y arrepentimiento. Sobre todo terror. Me pareciste tan indefenso y herido que sentí el arrebato de abrazarte… entonces mis labios, a dos centímetros de los tuyos, te dijeron que no tenían intención de separarse de los tuyos pero que sí deseaban coger aire más a menudo. No sospechabas que todo llevaría a ahogarme en tu rebosante apego, ni que para mí las más bellas palabras no dicen más que los gestos apenas perceptibles, ¿acaso no sabías que creía en el discreto encanto de las pequeñas cosas? Te demostré que la cantidad no significa calidad.
También te quedaste sobrecogido cuando deshice todas tus retales de artificiosidad y te hice pensar más allá; profundizaste hasta que descubriste que no era todo igual que en zona superficial, sino que me encantaba tu naturalidad… fue todo tan fácil. Llegamos a la misma visión los dos juntos, cogidos de la mano, al mismo tiempo, demostrándome que puedes conocer mi ser totalmente sincero. El alivio se apoderó de mí mientras tú dejabas de temblar poco a poco, agarrándome cada vez con más fuerza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario