22 de abril de 2010

El escalofrío de tu amor

Tu mirada ha quedado con la mía a las 7 en el Alma. Tu mirada ha empezado acariciando mi tez y tras tomar un par de destellos muy cargados me lo ha confesado.
No sabía que eras tú el hace que el mar sea salado, el que oscurece mi ropa cuando se moja, el que le pone sonido a los truenos y el que le da el color azul al cielo.
Me has contado tu secreto; ahora sé que solo tú eres la razón por la que mi boca se seca cuando estoy nerviosa, por la que no puedo articular palabra al inspirar, por la que cierro los ojos cuando estornudo y por la que río cuando siento cosquillas.
Todos a los que también les pase podrán saber a partir de ahora que alguien piensa en ellos, que si les ocurre todas estas cosas es porque alguien les quiere.
Ahora sé que la fuerza invisible que recorre por mi espalda es el escalofrío de tu amor.

19 de abril de 2010

"¡Uno para todos y todos para uno!"

- ¿Quién soy yo?
- La de siempre, ¿no?
- ¿Soy una para muchos o muchas para uno?
- Es una de esas depende de de para quien.
- No hay dependes ¿Quién soy yo? Solo una es posible. Yo soy una, ¿pero quién?
- ¿Puedo saber por qué tiene tanta relevancia para usted averiguarlo?
- Por cómo debo comportarme. He salido del envoltorio y carezco de libro de instrucciones.
- Pocos son los que lo leen.
- Y solo dan traspiés hasta que logran controlar. Estoy fuera de control, soy incomprensible, ¡difícil de manejar! ¡Rota al fin y al cabo!
- Todo tiene su arreglo si se hacen los ajustes adecuados.
- ¡Qué ajustes, diablos! Vengo defectuosa de serie ¿Quién podrá entender a quien no le programaron?
- ¡Qué cosas dices! ¡No pretendiera ser un robot! ¿Quién debiera programarle? Absolutamente nadie merece tal enmienda.
- Entonces dígame, ¿cuál es la conducta que debo adoptar?
- Sea cual sea no habrá instante en el que a todos plazca.
- Es así de evidente. Ni si quiera yo misma me sentiré a gusto. ¿Qué anhelo, sentirme realizada o a fin de cuentas realizar cuanto los demás anhelan?
- ¿Lo encuentra incompatible?
- ¿Y si así fuera?... ¿Se percata de ello? El hecho de que no me pueda responder es muestra irrevocable de la ambigüedad del asunto, de descontrol, ¡de duda infernal!
- Demonios, ¿tiene idea de sobre qué duda? ¿Acaso duda se sus propias inseguridades? Dudas sobre dudas, ¡qué ironía!
- Pues no sea tan irónico; por lo menos así sabe qué es usted. No me engañaré más. Ante todos soy imperturbable. Y no se equivoque; no lo aparento, lo soy. Algunas y concretas decisiones no me conciernen, sin embargo formo parte de ellas, ¿me entiende?
- De ahí que no se aclare de si usted es una para muchos o…
- O muchas para uno. Ya lo va captando. Entienda la complejidad de ser parte de algo que no controla.
- ¡Oh, venga! Eso de lo que me habla es tan cotidiano como la salida del Sol. ¿Acaso no somos parte del Mundo a pesar de no disponer de su control?
- ¡Ay! No se trata del mundo, sino del mundo de cada uno. Como un satélite desorientado ando orbitando alrededor de no sé quienes, atraída en unas ocasiones por unos y por otros en otras.
- ¡El que se está desorientando estoy siendo yo con tantas vueltas a la cabeza! Pero, ¿nos estamos acercando, no es así?
- A muchas millas estamos de contemplar la claridad de cerca. No viviremos para tocarla.
- Me contento con irme aproximando. Dígame si no estoy en lo cierto si afirmo que si fuera una de muchos, a alguno no podría contentar, y si, por el contrario, fuera muchas para uno, podría dejarlo de ser por contentar a la mayoría. Pues bien, ya puedo responderle: sé para ti; es más importante estar contento con uno mismo que intentar averiguar a quién contentar.

15 de abril de 2010

When the wind sighs in the trees...

Cuando susurra el viento entre los árboles se revela en mí una reminiscencia de lo que yo era. Vivía con 19 años tras mis pies y ya los arrastraba resignada hacia la que soy ahora.
Entonces creía en la bella dificultad del primer beso y la amarga belleza del último, que una mano en el hombro ya era el mejor apoyo, en que los corazones que dibujamos son muy distintos de los reales, tan idealizados como la imagen que se tiene del que electrifica tu nuca.
Esa que le encantaba escuchar música clásica para estudiar, dormirse y en los viajes de vuelta, la que pensaba que ir a un restaurante consta de las mismas escenas para todos; entrar al restaurante, sentarse, ver menú, pedir comida, esperar, comer comida, pagar, salir del restaurante… pero que sin embargo el brindis y la compañía son únicos.
La que sabía que los ángeles sí nos ayudan y los cuervos comen más que carroña.
Era yo años atrás la que no tenía ningún ídolo millonario y se enorgullecía por ello, la que clamaba las injusticias del mundo por si alguien la oía, la que odiaba decepcionar a un amigo.
Con 19 años me reía al recordar que echaba colonia a las cartas para perfumarlas, de mis diarios de niña y de los dibujos pintados sobre la tapa del váter, y ahora lloro por no volver a tenerlos.
Era la época de los pendientes colgantes, el llamativo esmalte de uñas, el pañuelo al cuello, las tachuelas, los pantalones de cuero, el té, las cervezadas y de las rondas de chupitos. Disfrutaba de la temporada alta de los pequeños viajes, la intimidad sobre el rellano de dos escalones, las confesiones entre cojín y manta y de los flashes de cámaras fotográficas.
No había piedra que me impidiera surcar los caminos en mi bicicleta, no había valla que me cercara la entrada al césped, no había espada o basto que me reprendiera por jugar a las cartas con mis amigos.
Estudiaba para crecer, veía películas para sentir, leía libros para pensar y escribía para descubrir.
Aun recuerdo cuando me gustaba notar el silencio a pesar de que se dice de su inexistencia, la soledad no me daba miedo aunque la equivocación me aterraba, así como los trenes que se marchaban para siempre llevándose conversaciones que nunca volverán a ser disfrutadas.
Sentía tantas cosas que no cabían todas a la vez en mí, colmándose mi vaso en algunas ocasiones.
Pero quedaba mucho tiempo para que el grifo se oxidase, y un poco más para que se cerrase definitivamente. Hoy ya no cae con tanta fuerza… ahora me pregunto por qué esperamos a que se acerque el momento en el que caiga la última gota.
¡Quién tuviera 19 años! Si pudiera rebobinar, lo que haría es ser feliz.

8 de abril de 2010

Hablando de máscaras

http://www.youtube.com/watch?v=krzxZTwcbtA

¿Y si no tievieramos máscaras que quitarnos y esa de la que hablamos es parte de nosotros?
Y... ¿si somos muñecos?
Entonces tendríamos que tener cuidado del cuándo y del con quién... no nos vayamos a romper.